Galones de brillante alcohol flotando hacia el límite

lunes, 16 de enero de 2012



La habitación parecía hacerse más chica, sentía como miles de ojos me miraban expectantes, expectantes de lo que hacía, de mi respiración y de mis nervios, ellos lo sabían, la pared lo sabía,  el velador lo sabía, sabían que tenía miedo, sabían que estaba asqueado de todo, sabían que me estaban ganando de a poco, mis ojos estaban tan rojos que sentía que saltaban de mi rostro, mi boca estaba seca, yo arrinconado en esa sucia habitación, solo, frágil y vulnerable, hacía años que no me sentía de esa manera, de esa manera tan baja de ser, de ser el escalón más bajo, perdido como un perro en el medio de la cuidad lleno de rabia y mínimas gotas de esperanza, así me sentía acorralado entre esas cuatro paredes de cemento gris y apagado que adornaban mi espacio.

Por la ventana veo la cuidad que también está bajo el aura gris del cielo nublado, hasta las luces parecen más tenues desde acá, mi cordura había alcanzado su nivel más bajo, no era tan valiente como para suicidarme, no era tan cobarde como para aguantarlo, no era tan inteligente como para seguir adelante, solamente tenía una vieja guitarra sobre la cama pero no tenía ganas de tocarla, tenía 8 cigarrillos en mi paquete de Philip Morris pero no quería fumar, tenía mucho tiempo por delante pero ¿Para qué? , comencé a ver imágenes en esa pared gris, comencé a ver colores, figuras, formas, símbolos que me miraban, que aparecían en todos lados, miraba por la ventana y se iban, así que pasaba todo el día sentado en una silla viendo la ciudad, gris y humeante, ruidosa, seca, atropellante y sin modales, como la mayoría de las personas que conocía, como la mayoría de las mujeres que habían pasado por esta misma habitación que hace mas de tres días que esta tratando de arrebatarme las ultimas gotas de coherencia que me quedan, odio estas paredes, parecen achicarse y mientras mas lo hacen mi corazón comienza a latir mas rápido y de forma mas intercalada.

Tengo miedo, tengo miedo de que un día me encuentre en un horrible accidente y salga ileso, tengo miedo de no poder dejar de experimentar todas las cosas horrendas que reflejan mi pared, mi pared de color gris, sucia y manchada, muerta y llena de vida, húmeda y leprosa, tengo miedo de no envejecer y que esto siga todo el tiempo, no podría hacerlo, no podría, terminaría como mi familia, casado con una mujer que seria la menos peor de todas las que he conocido, tendría un automóvil mediocre que conduciría hasta mi trabajo “estable” todos los días, tendría responsabilidades, tendría poder, diminuto pero poder, el poder que te hacia sentirte mas “digno” por llamarlo de algún modo pero era completamente indigno lo que un ser humano tiene que soportar solamente para poder comer y dormir, era horrendo, era desesperante, yo no quiero una mujer con ruleros que me tenga de acá para allá, no quiero tener una amante por necesidad a auto-escaparme de la rutina, no quiero 8 horas de tortura en algún lugar que odie, los que disfrutan su trabajo es por que se los hicieron para ellos, como los deportistas, los músicos, los genios, las personas corrientes estamos en el olvido, en la miseria, encerrados sin salida, como un sucio cerdo en un matadero, esperando por el sol.
Recuerdo en esta misma pared fue cuando discutíamos con Julia mi ultima mujer, ella era una borracha sin destino, como yo, nos entendíamos muy bien, cuando lo hacíamos, ella era rubia con el pelo por los hombros, delgada con labios carnosos, piel blanca y ojos color miel, hermosa sin duda, pero lo realmente horrendo era la forma de tratarme, pero cuando cogíamos, era tocar el cielo con las manos, realmente creo que era una de las razones por la cual existo, una de las razones por la cual existo es para coger con Julia, eso es todo lo que se, ella tenia un temperamento de mierda cuando tomaba demás, y cuando no lo hacia era insoportable, no paraba de deprimirse y hablar y hablar, me daban ganas de suicidarme, Julia era deprimente, lo era, siempre se pintaba las uñas cuando estaba aburrida y sobria, solamente le duraban pintadas un día, que era lo que tardaba en estar completamente borracha, cuando estaba muy ebria, solía mirarme y decirme.


-    Realmente sos un mierda, pero a la vez sos la persona más bondadosa que eh conocido.

No sabia si reír o llorar ante esa frase, esa frase la pase a escuchar diario, eso fue cuando le dije que se mude conmigo, bueno realmente ella me dijo que YO le había propuesto eso, yo le creí ya que con los años de bebida, uno cada vez va perdiendo mas sus recuerdos y capacidad para retenerlos, no me sorprendería si un día despierto con amnesia permanente, sin poder recordar nada mas, y nada menos, mi vida no cambiaria mucho.

Julia, cocinaba, horrendamente mal, pero era la mujer mas sensible que conocí, tenias que comer su comida si no querías herir sus sentimientos, te miraba con esa cara, resacada, sin maquillar ni lavarse, con esos hermosos labios carnosos, brillantes por un poco de saliva que se le caía de un costado, con los ojos dilatados, las manos siempre limpias y suaves y su camisón blanco que siempre usaba, ya no recordaba cuando la había visto vestida de otra forma, ya no recordaba muchas cosas, yo comía esos huevos revueltos, que era una de las pocas cosas que sabia hacer, y la miraba, ella me miraba a los ojos, media todas mis reacciones, esperaba que me guste, y nunca lograba hacerlos correctamente, siempre se le quemaban (un poco o mucho) o le echaba demasiada sal, yo había aprendido a controlar todos mis gestos cuando comía su comida, así que no hubo gesto alguno en mi cara, ella sonrió y se sentó a comer a mi lado, delgada, en ese estado, el mas puro que tenia, resacada y débil en las mañanas, era el estado mas hermoso que tenia, realmente podía recordar por que la soportaba día a día, era tierna y tonta en su costado mas frágil y eso realmente me encantaba de una mujer, se sentó frente a mi y me dijo.

-    ¿Te gusta?
-    Si me gusta esta riquísimo
-    Si lo se, lo puedo ver por tus gestos puedo ver que no me mentís, ¡y eso me hace muy feliz!
-    Nada me alegra mas que verte sonreír así – le dije mientras metía en mi boca un gran pedazo de huevos revueltos, sabían horrendo.
-    Mi ex marido no le gustaba que le cocinara decía que era horrenda, decía que no servía para nada
-    Eso no es cierto Julia vos lo sabes mejor que nadie
-    Te quiero
-    Yo también
Se levanto de su silla se acercó a la mía y me dio un gran beso en la cabeza, había pocas cosas que me gustasen mas que eso, esos detalles podían comprar a un hombre, lo podían hundir en lo mas profundo de la miseria o remontarlo a lo mas alto de la gloria, eso, dependía de quien lo hiciera.

me di cuenta que era sábado, sali a comprar, el sol del sábado siempre me pareció algo detestable, siempre los sábados soleados tiende a hacer mas calor que lo habitual o al menos eso me parece a mi, en fin odio los sábados al medio día, era bastante raro que yo este despierto ese día a esa hora pero ahí estaba en el supermercado haciendo las compras, agarre varias botellas de vino tinto y le pedí un cajón de cerveza, y lleve una botella del whisky mas barato, conseguí un remis y volví a casa, cuando llegue Julia estaba en ropa interior, abanicándose con un diario viejo que no se donde habrá salido, me vio llegar vino corriendo y me abrazo y comenzamos a guardar las botellas, cuando terminamos abrimos el whisky y nos servimos en dos vasos, con 4 hielos, nos fuimos a la cama.
Al pasar las horas Julia se iba convirtiendo en el demonio mismo, cuando tomaba se ponía agresiva con todo ser que tenia cerca y el único ser en esa habitación con ella para mi desgracia era yo, comenzaba a gritar obscenidades y a mandarme, yo cuando estoy ebrio casi siempre soy muy calmado, ella no era así, ella perdía el control completamente, rompía cosas, me insultaba, y casi siempre terminaba rasguñándome o golpeándome, yo la dejaba por unos momentos que desahogue toda su furia, había pasado cosas horrendas, como yo, la entendía de una forma u otra, no se bien de que forma pero lograba entenderla, Julia me miraba a los ojos y me decía que yo era un mierda, que no servía para nada, que ella y todo el mundo lo sabían, y realmente no era una sorpresa, sus palabras pasaron a no afectarme, solamente me sentaba en el sillón a leer, tenia muchos libros, esa era la única razón por la que trabajaba, para poder comprar libros, libros y alcohol, era como comprar felicidad y tiempo, aunque irónicamente era lo que me arrebataban, felicidad y tiempo, uno puede seguir adelante si cree que tiene una de esas dos cosas, uno puede seguir.

Esa noche, Julia se quedo dormida en la cama, boca arriba, cuando termine de leer, me fui a acostar, me desnude y comencé a tocarla, de a poco, le toque los pechos, la entrepierna, y comencé a besarla en el cuello, lentamente, ella reaccionaba muy de a poco, yo me había puesto muy caliente, tenia el pene mas erguido que nunca, saque su ropa interior y la deje con el camisón puesto, la monte y comencé, ella poco a poco se despertaba mientras emitía pequeños gemidos, comencé a acelerar el ritmo, ella gemía cada vez mas alto, hasta que abrió uno de sus ojos, y sus brazos rodearon mis espaldas, me apretaban cada vez mas fuerte, ella gemía realmente muy alto, yo seguía cada vez mas rápido, y mas rápido, y mas rápido, y mas rápido, hasta que acabe, sus manos me apretaban fuerte y me habían rasguñado un poco la espalda, me tumbe a un lado y ella me abrazo, me dijo que me amaba y los dos nos dormimos.

Me desperté  con el sonido del teléfono, no sé que hora serian pero el sol estaba poniéndose en el horizonte, el teléfono seguía sonando, hasta que Julia se levanto a contestar, yo me dormí de nuevo, finalmente, escuche varios ruidos, y unos leves gritos que creí que eran parte de mis sueños, así que no les di mucha importancia, cuando desperté era de noche, las ventanas estaban abiertas, los mosquitos invadían toda la habitación, sali de la cama en boxers, mirando hacia afuera, nadie en las calles, deberían ser las once de la noche, fui al baño a vomitar, y luego me cepille los dientes, busque a Julia, pero no la encontré, me pareció raro, hacia mas de siete días que no salía de la habitación, así que me digne a cocinar, habrá salido a algún lugar, cocine pastel de papas, con lo poco que encontré, puse la mesa para los dos y me senté a esperarla, cuando se hicieron las doce, me comí mi porción y la de ella, le deje las sobras en el horno y me propuse a escribir, cuando me dirijo al escritorio veo un sobre, no, no puede ser.
Lo abro, era la letra de Julia - “no puede ser” – pensaba a medida que iba leyendo cada párrafo, cada palabra cada letra, era la misma historieta de siempre, la que me acompañaba a todos lados, me había dejado, al parecer el que llamaba era su ex marido, ella no lo pensó dos veces y lo prefirió antes que a mi, luego decía un montón de pelotudeces del estilo que, nunca me iba a olvidar, que fui el hombre mas bueno que conoció y bla bla.

Me sabía esa mierda de memoria, otra ves solo, creo que esta ves no iba a poder soportarlo, así que sali a la calle a buscar drogas, fui a la casa de un viejo amigo que no veía hace mucho, cuando deje de verlo fue cuando Julia se asentó en mi casa, el tipo antes solía ser, un pequeño transa de poca monta, no se como pero en estos nueve meses de a poco se fue haciendo un pequeño imperio, ya ni siquiera vendía, tenia gente que lo hacia por el, cuando me vio, su sonrisa no tardo en asomar,  éramos viejos amigos, habíamos trabajado juntos, trabajos sucios en los que no vale la pena detenerse, fui a comprarle cocaína, acido y hierba, por la cordial amistad, me dio mucho mas de lo que tenia para gastar, además de convidarme a tomar un poco de cocaína con el, que acepte gustosamente, nos saludamos por ultima vez y me largue, la calle era fría y tenia muchas drogas, como antes, volvería a ser lo único que sabia ser, nada.

Cuando llegue a mi habitación, deje todo sobre la mesa y arme un porro, saque el acido y me metí medio cartón en el ojo, destape una cerveza y me puse a escribir, escribí no mas de dos poemas, estaba mirando fijamente, un zapato, zapato de ella que había dejado tirado, con ese mismo zapato me lo había arrojado, mientras me gritaba sin ninguna razón aparente,  mirando ese zapato de mierda se me caían las lagrimas, mientras fumaba y tomaba cerveza bajo la templada luz de la luna de diciembre, no existía nada ahí fuera para mi, no existía nada aquí dentro para nadie, no existía nada, nada de nada, a medida que me tomaba cerveza tomaba cocaína, cada vez mas, fumaba uno tras otro porro y cada hora me metía un poco de acido, mi nariz comenzó a sangrar, mis ojos estaban grandes dilatados y rojos,  de a poco, la habitación comenzó a mutar, a girar y a moverse, todo parecía tener perfecto sentido, todo parecía encajar, comencé a reír, a reír mucho sin tener ninguna razón, me puse de pie y mire por la ventana la noche de verano, me senté en un rincón, con mi cerveza, parecía que nunca nada pudiera alcanzarme, estaba en otra dimensión, estaba en otra galaxia, y aunque era lo único que tenia no me gustaba, tenia suficientes drogas como para estar encerrado días enteros, y así fue, el sol salía y volvía a caer, no se cuantas veces lo habrá echo, la bolsa de cocaína parecía no acabar mas, el porro estaba tirado por toda la habitación, y el acido todavía estaba vigente en mi organismo.
La habitación comenzó a hablarme por las noches, yo le contestaba, era la única compañía que tenia, no se cuantos días habrán pasado, los suficientes como para perder mi trabajo supongo, el teléfono no suena y la puerta tampoco, completamente solo, solo, solo, solo, solo, desde la calle llega un olor muy parecido a la mierda, y suenan sirenas de policías, y gritos, gritos de niños y mujeres, los gritos se hacen cada vez mas fuertes, me agarro la cabeza y corro hacia la esquina de la habitación, donde prendo un porro y espero, los gritos suenan cada vez mas, y mas, en mi cabeza, no puedo sacarlos, no puedo parar, no voy a parar.

El quinto día despierto y sin probar bocado, parezco mas muerto que vivo, y con las neuronas completamente muertas, al menos es lo que siento en este momento, siento como mi cerebro muere pero antes de hacerlo completamente, quiere acabar con lo ultimo que me queda, como todos, como vos.
Recuerdo cuando mi madre me llevaba de viaje, yo era un niño, ella no me agradaba mucho, siempre salía de viaje, y yo me quedaba en casa, con mi niñera, solía quererla mas a la niñera que a ella, me dolió mucho cuando la despidió, así que no tenia mas chance que llevarme de viaje con ella, se iba en auto y manejaba mucho, también hablaba mucho por teléfono, en cada estación de servicio llamaba a alguien, su “Bíper” sonaba constantemente,  me dejaba en el auto, a veces por horas, yo la podía ver, la podía ver como reía y hablaba desde la cabina, yo lo veía todo desde el asiento trasero de nuestro auto, cuando terminaba y finalmente llegábamos al hotel ella se marchaba y me dejaba instrucciones, como ordenar comida, o en caso de emergencias a que numero llamar, ya que sus reuniones podían durar mas de lo previsto, así era como es esa habitación de hotel podía estar solo hasta dos días, o tres, cuando mi madre volvía casi siempre era muy tarde, yo la miraba entrar por la puerta del hotel bajándose de un auto, manejado por un hombre, que le tocaba la pierna antes de despedirse de ella, cuando regresaba comúnmente estaba borracha, así que se iba directo a la cama, al día siguiente regresábamos a casa, un día, ella se fue, como Julia, un día despertamos con mi padre y no estaba ni ella ni sus cosas, como por arte de magia, no estaba mas, así que creo que lo que hiso Julia no esta nada mal, creo, podía verla a ella reflejada en la pared gris de la habitación, podía verla a mi madre también, a mi madre cogiendo con un tipo, mientras yo leía un libro extrañándola bajo la luna cordobesa, podía verla a Julia siendo sumisa con su marido y siendo violenta y sumamente malvada conmigo, esa pared gris horrenda y alquilada me mostro todo eso esa noche, no había nada para evitarlo, no había nada que perder ya que no había nada en juego, nada de nada.

Al sexto día termine con todas las drogas, seis días sin comer ni dormir, me sentía morir, estaba ebrio y la sangre salía por mi nariz y mi boca, no tenia fuerzas ni para pensar, no tenia ganas de respirar mas, pero era algo que no podía controlar, nadie ni nada, no existía nada, de nada, no existía nadie, nada nadie, nada nadie, pensaba en eso mientras tomaba la ultima línea armada en la mesa ratona, la tome, y caí de costado, aun despierto pensando en nada ni nadie, nada, nadie, nuevamente y otra vez, todo se repite, siento la sangre circular por mi cabeza, siento como bombea, lo siento, me agarro la cabeza, cuando la puerta se abre de golpe era Julia, con mis ultimas fuerzas sonrió y cierro los ojos.