Poxiran

lunes, 26 de septiembre de 2011




Una mala infancia es el desencadenante de todo lo mierda que puede llegar  a ser una persona, recuerdo cuando mi abuela me decía, cuando estaba practicando con mi guitarra en su patio, era una vieja italiana de pelo rubio, me miraba con esos grandes ojos celestes y decía - “¿Cuándo va a ser el día que te encuentre estudiando?, ¿cuándo va a ser el día que te encuentre jugando con un amigo? Todo lo que haces es estar ahí toda la tarde con esa guitarra perdiendo el tiempo, los chicos de tu edad están saltando, riendo, jugando a la pelota, tenes que ser más social, tu padre no era así, yo nunca hubiera dejado que sea así”- mi madre no me prestaba atención, mi padre trabajaba todo el día, mi prima cuidaba de mí, vivía con nosotros, yo no sabía por qué y nunca se lo pregunte por que pensé que sería de mala educación hacerlo, siempre fui tímido, siempre me pisaron, nunca una queja, nunca un alarido, siempre el niño que aguantaba, el niño de hierro.

Cuando tenía 12 años estaba afuera de la escuela y una compañera mía estaba tomando cerveza con sus amigos, que tendrían muchos más años que yo, ya que tenían barba y fumaban cigarrillos, ella que se llamaba Azul, me convido un trago de cerveza, lo tome, sentí ese gusto amargo y espumante en mi boca que inmediatamente me dieron arcadas, pero no podía escupirla delante de ellos, ellos eran más grandes habían visto más cosas, se reirían de mí, como todo el mundo lo hacía, así que la trague con dificultad, casi por obligación una obligación con mi mismo, el único contrato que respetaría era el que tenía con migo mismo, así que lo tome, lo trague y baje un poco la cabeza para que no pudieran ver mi cara de asco, me convidaron un cigarrillo que recuerdo era Philip Morris, ese fue el comienzo de todo.

Era tarde cuando desperté ese Martes, mi madre me había abandonado hacia casi 10 años, mi padre era el tipo más correcto del mundo, por lo tanto era mi contracara, era todo lo que yo odiaba y era como todos los que me odiaban, llegaba a las 7 de la tarde todos los días, y me decía “no voy a seguir alimentando tus vicios, o te conseguís un trabajo o te vas” por supuesto lo primero que hice fue irme de casa, las primeras noches me encontraba durmiendo en la plaza de la cuidad, ahí fue donde empecé a conocer a la gente de la calle, en especial los más chicos, que por supuesto eran los peores, la primera noche, me arrinconaron cuando dormía en ese helado banco abrazado a mi bolso y me lo robaron, me golpearon repetidas veces y caí al piso, luego recuerdo cerrar los ojos y ver flashes de luces de colores y destellos, eran sus pies golpeando mis ojos y mi cara, al día siguiente me desperté ahí mismo, llamado por un oficial de policía que me pateaba con su zapato a modo de despertarme, yo tendría 17 años, lo mire a los ojos, ojos marrones tan claros y pulidos, parecía tener muchos problemas, sentí mucha pena por él, entonces me golpeo con su macana en la cabeza lentamente, me puse de pie y me hecho del lugar, camine hacia la estación de tren, sin nada en los bolsillos y sin nada en el corazón, me aburrí de estar ahí así que camine por la parada de los colectivos buscando cigarrillos tirados en la calle, encontré tres casi por la mitad, prendí uno y los otros dos los guarde en el bolsillo de mi camisa cuadrille, me senté en el borde de la ruta y mire el cielo, el sol estaba alto en la mañana y picaba, mire  hacia la ruta y sentí odio, odio hacia la gente, no sabía de donde provenía pero estaba seguro de que era odio, fue la primera vez que lo sentí, y fue la primera vez que estaba seguro de algo.

Al pasar los días me encontré con una chica que también vivía en la calle, se llamaba Marina era más chica que yo, tendría 15 años, ya la había visto antes, siempre estaba con alguien, tenía pecas era delgada y de pelo castaño claro, tenía la mirada más triste que había visto en toda mi vida, esos ojos color miel transmitían pena y melancolía, un día estábamos sentados los dos en el descampado separados a un banco de distancia, detrás de la estación de tren y miraba tímidamente, yo estaba completamente incomodo, nunca había tenido contacto con una chica de mi edad, por lo general no tenía contacto con nadie de mi edad, la única que me daban un poco de importancia era mi prima y no sabía dónde estaba, la extrañaba mucho, pero no podía demostrarlo, si lloraba en la calle terminaría como Martin, Martin era un chico que estaba en la calle siempre llorando y todos los días lo golpeaban todos los demás chicos que vivían debajo del puente, en la calle no se puede llorar, en la calle no se puede sentir, la primera lección de vida que aprendí por mí mismo y hasta ahora la más útil.

Ella se acercó a mí, con una pollera de jean y una chomba rayada color rosa, muy sucia, me pregunto si tenía un cigarrillo, saque uno por la mitad del bolsillo de mi camisa, me miraba a los ojos, cosa que siempre me incomodo, yo nunca miro a los ojos si puedo evitarlo, ella comenzó a hablarme, me dijo que tenía 15 años, que vivía en la calle hacía más de 8 meses y que tenía un grupo de amigos que dormían en la estación de tren cuando cerraba, me invito con ellos yo no acepte, ella seguía buscando mi mirada y yo esquivándola, tomo mi mano y se acercó, yo me levante y me fui, ella me insulto y se quedó sentada ahí fumando mi cigarrillo, me aleje y me senté fuera del viejo parque abandonado que estaba al costado de las vías, ahí me dormí, no había nadie alrededor.

Hacia frio esa noche de Noviembre, cuando abrí los ojos la vi pasar a la chica de la mano de un tipo mayor, caminaban hacia el viejo baldío que quedaba a la vuelta, era de madrugada y sentía como mis huesos estaban helando así que decidí levantarme y caminar, sin que se percaten los seguí, ella se arrodillo en el pasto y el tipo que tendría más de 30 años se desabrochaba el pantalón, saco su asunto y ella se lo metió en la boca, yo miraba detrás de una pared con la cara sucia y helada, el tipo gemía y parecía gozar mucho, luego la miraba a la cara y le decía cosas que no llegaba a escuchar, luego la agarro de los pelos y la empujo muy fuerte contra su entrepierna repetidas veces, la separo y la golpeo con la mano abierta, ella comenzó a llorar arrodillada en ese baldío bajo la fría obscuridad de la noche, la tiro hacia un lado, cerro su bragueta y le arrojo un billete y se marchó, ella lloraba acostada en el pasto, con un billete de 5$ en su  regazo, me acerque cuando él se marchaba tambaleante, fui a su lado y le tendí la mano, me miro resentida y se puso de pie sin aceptar mi ayuda, me miro con la cara roja y llena de saliva, tomo el billete fuertemente con su blanca y delicada mano, se dio la vuelta y se marchó.

Me senté en un banco que no estaba lejos de allí bajo una luz naranja llena de insectos que revoloteaban, podía ver como ella se marchaba por el camino de tierra hacia las vías, doblo y desapareció.
Me sentía muy mal, como nunca antes, pero no podría haber evitado eso, ¿cómo podría haberlo hecho? Escuche un leve llanto, me puse de pie asumiendo que era ella, comencé a caminar hasta el viejo bar que quedaba en la otra parte de la calle y le pedía cigarrillos a los borrachos que salían del mismo, conseguí 7 cigarros de 7 borrachos distintos, algunos me acariciaban el pelo y me tocaban el hombro yo siempre me iba corriendo cuando pasaba eso, regrese a donde estaba ella, cruce el camino de tierra y doble, sentada en la obscuridad cerca de un foco roto, estaba ella sentada en un banco de cemento, me acerque y prendí dos cigarrillos, me senté a su lado y le pase uno, ella lo tomo mirándome a los ojos yo la evitaba, ella y sus ojos tristes y melancólicos estaban llenos de lágrimas, rojos e irritados, tirando el humo por la boca ella me dijo:

-          Que pasa que no puedes mirarme a los ojos, ¿sos marica?
-          No, no lo soy
-          ¿¡Entonces que pasa!? ¿¡te doy miedo!?
-          No, al contrario, me pareces una buena persona – Ella sonrió detrás de una bocanada de humo
-          ¿alguna vez te la chuparon?
-          No
-          ¿Queres saber cómo se siente?
-          No
-          ¿Entonces que mierda queres acá?
-          Quería hacerte compañía, creí que la necesitabas

Ella lagrimeando miro hacia el costado con la punta de su cigarrillo que sobresalía de su boca con la punta roja del cigarrillo ardiendo lentamente, luego me volvió a mirar y me dijo – Yo no necesito de tu compasión ¿sabes? –Si lo sé - conteste- ella miro hacia el piso y comenzó a llorar tapándose los ojos con su mano izquierda.

-          ¿Viste lo que paso? -  me dijo
-          Si
-          No quiero que me espíes más, no quiero nada de vos, no quiero nada de nadie
-          ….
-          Sos idiota o mudo, ¡Contéstame!
-         
-          Sabes que…

No dijo más nada, solamente siguió llorando con su mano izquierda cubriendo sus ojos, de a poco lloro más y más, hasta que quebró completamente, en mis hombros, tenía sus brazos alrededor de mis hombros, agache la cabeza de forma incomoda, ella se acercó y me abrazo, su cabeza estaba apoyada en mi hombro izquierdo y lloraba y lloraba, la luna estaba gigante, se podía ver desde esa estación de tren, se podía ver desde todo Laferrere, se podía ver desde ese sucio baldío de mierda detrás del parque abandonado, ella con su violada hermosura, solamente me tenía a mí por lo menos en ese momento… sentía su aroma, su aroma delicado que no me hacía acordar a nada, a nada que antes hubiera conocido antes, tenía un aroma gentil y sedoso, su aroma tenia bondad, su cara tenía un golpe marcado en el cachete derecho, su cigarrillo se consumía en su mano, mi única reacción ante ello fue, girar mi cuerpo un poco y abrazarla, ella beso mi mejilla y se calmó, era de madrugada, hacia frio esa noche de Noviembre.

Al pasar los días la veía por las calles de la estación o a los alrededores, ella estaba con un grupo de chicos de la calle y cada noche iba con uno distinto al obscuro descampado que estaba detrás de la estación de trenes, yo había descubierto un hueco en el alambrado del parque abandonado y me metía en la noche, había encontrado remeras y pantalones en las iglesias de la cuidad, la gente de los locales a veces me daban pan u otros restos de comida, que yo guardaba en el parque, dormía en una cabina de seguridad que era el único lugar con techo de todo el parque, era un parque pequeño que no tenía vigilancia de noche, a las 7 de la mañana llegaba un guardia que daba unas vueltas y luego se quedaba dormido en una silla, yo a las 7 en punto salía a la calle obligadamente, extrañaba a mi prima y a veces lloraba en esa cabina de seguridad, pero procuraba hacerlo muy bajo, siempre alguien podía estar escuchando. Una tarde naranja me senté a comer fuera del parque una fuente con lasaña que había encontrado en la basura, solo, como toda mi vida, de a poco se acercaba ella, con su pollera de jean y su chomba a rayas, se sentó a mi lado, en el mismo banco en el que había llorado en mi hombro, se sentó a mi lado y me miro a los ojos, yo la mire a los ojos, sin decirme nada me beso, y comenzó a tocar mi pierna, me excite, aparte su cara y su mano, ella me miro nuevamente sorprendida, luego su expresión fue de enojo me dijo  –¿Qué pasa?¿Sos puto? - no – respondí - pero no me gusta eso - ella cambio su expresión y apoyo su cabeza en mi hombro, yo tome mi fuente y seguí comiendo, ella tomo mi mano izquierda y la entrelazo con la suya, el tren pasaba a las 7 y media de la tarde como todos los días, el sol moría en el horizonte.

Esa noche, fuimos a mi cabina, que era algo así como mi cuarto, ella tenía una mirada de bondad cuando estaba conmigo, yo no la miraba a los ojos, en esa pequeña cabina de seguridad la noche era templada y la luna la iluminaba, iluminaba sus pecas y sus ojos claros, yo la miraba con timidez, ella poso sus labios contra los míos y abrió su boca, su lengua se entrelazo con la mía y sentí como su cuerpo se apoyaba en el mío, se recostaba en mis rodillas, sentía sus senos en mi pecho, sentía su calor, calor que nunca había sentido en mi vida, ella tenía 15 años, yo tenía 17 y no conocía nada de la vida, ella parecía saber mucho más que yo, todo el  mundo parecía saber más que yo, su pulsera de plata  que brillaba con la luz de la luna parecía saber más que yo, ella movía su lengua en mi boca y yo trataba de hacer lo mismo, de repente escucho un ruido afuera. Me pongo de pie y luego siento como alguien abría la puerta de un golpe, era uno de los chicos que estaban siempre con ella, la toma del brazo violentamente y la tira hacia fuera diciendo – ¡PUTA DE MIERDA! – me mira era un tipo de piel obscura, de mi edad aproximadamente, yo estaba de pie en esa cabina de seguridad abandonada, me miro con odio, ella estaba afuera tirada en el pasto, con el miedo flotando a su alrededor, el tipo me golpeó fuertemente en mi nariz, que rápidamente se cubrió de sangre, mi corazón latía como nunca antes, tenía miedo, caí al piso contra la pared de la cabina, el tomo impulso e incrusto su rodilla contra mi cara, una y otra vez, yo no podía alzar los brazos, quede tirado consiente mirando como a las rastras se la llevaba, ella se oponía, así que el la golpeo en la cara y rompió su chomba rosa a rayas y la tomo del cuello, me puse de pie y le atice un golpe en la oreja izquierda mientras estaba de espalda, trastabillo dos pasos, luego se dio vuelta hacia mí y vi su puño acercándose a gran velocidad, que se incrusto en mi ojo derecho, luego mientras iba cayendo pude ver la rueda de la fortuna oxidada, muerta y la hermosa luna, caí al paso sin fuerzas para poder hacer más nada, solamente pude soltar un sonido sin sentido – ahgr- y mire las estrellas, escuchaba la voz de ella, gritando, pero no podía reconocer lo que decía, sentía el tibio calor de la sangre sobre mi rostro, luego entre ojos vi a muchos cuerpos moviéndose a mi alrededor corriendo y cerré los ojos.

El guardia que llegaba a las 7 de la mañana me despertó, tenía la sangre seca en la cara, tenía un diente flotando en mi boca, lo escupí, vi al guardia, me levante y comencé a correr, corrí hasta el baldío, con la cara hinchada y desfigurada, camine por el baldío, ellos estaban como siempre al otro lado de la calle, bajo el puente, los podía ver y ellos a mí, me apuntaban y se reían y aspiraban bolsas de poxirran, ella estaba con ellos, mirando el piso, abrazando sus rodillas, camine unos metros más y me desmaye en el verde baldío al lado de  un borracho que estaba tomando una botella de vino. Me desperté bajo un techo blanco y una luz, vi a un hombre con un barbijo luego me dormí.

Desperté en el hospital público de la cuidad, mi padre estaba allí, sentado al lado de mi cama leyendo el diario, con su bigote negro, con su camisa metida dentro del pantalón, con su cigarrillo  encendido a pesar de que no se podía fumar dentro de los hospitales, pero a él le importaba todo un carajo, yo le importaba un carajo, pero sabía que dejarme morir en un sucio hospital no era cosa que haría un hombre hecho y derecho, yo sabía que esa era la razón por la que estaba ahí, cuando me miro y vio mis ojos abiertos, me dijo muchas cosas, cosas como  que yo era un irresponsable, que estaba loco, que lo avergonzaba delante de toda la familia, que volveríamos a casa y estaría bajo llave hasta que me “componga”.

Llegamos a casa en su Chevy del 86, mi prima la única imagen de bondad que había tenido en mi vida se había marchado, sin dejar rastro, ni siquiera me había buscado, me sentí muy solo nuevamente en mi habitación, tenía el ojo cosido y la cara vendada, esa noche mi padre se fue a la cama a las 10 de la noche como hacia todas las noches que yo lo había visto, hacía ya 17 años, cuando se durmió, me vestí, tome su billetera, saque todo lo que tenía que eran aproximadamente 200$ y Sali por la ventana de mi habitación, fui hasta la estación de tren, compre muchos paquetes de cigarrillos, luego en el viejo bar compre 5 cajas de vino barato y fui al baldío nuevamente, con la bolsa repleta de vinos y cigarros, entre al parque abandonado y  fui directo a la cabina de seguridad, guarde la bolsa debajo de los autos chocadores llenos de óxido, regrese a la cabina y me percate que todas mis cosas habían desaparecido, mi ropa y la comida que había recolectado, tome esa caja de vino sentado en esa hedionda y triste cabina de seguridad fumando cigarrillos, todo parecía tan pacifico, el aire fresco traía una calma como la del campo, había visitado el campo cuando era niño, mis tíos vivían ahí, desee estar ahí, era igual, como el pasto después de una lluvia, lo podía sentir, sali de ahí y cruce el alambrado, me senté en el baldío, y la vi a ella, estaba contra una pared y un tipo la estaba cojiendo, ella tenía la pollera de jean levantada hasta la cintura, estaba justo debajo de un foco de luz anaranjada, yo miraba desde la obscuridad, el la sacudía, ella gritaba con un poco de asco, era nuevamente un tipo mayor, mucho más que nosotros, mire desde lo obscuro hasta que termino, se subió el cierre y la empujo a un lado, ella alzo su blanca mano como en busca de una recompensa, el tipo la empujo nuevamente y ella cayo en el pasto, amago a golpearla con el puño cerrado y se fue tambaleante como el anterior, ella nuevamente se quedó llorando en el pasto, alumbrada por una naranja luz plagada de insectos, tenía la cara golpeada nuevamente y cuando se puso de pie, se acomodó la ropa, no tenía esa chomba rayada con la que la había visto siempre, tenía una remera verde, parecía agotada, su pulsera de plata había caído mientras el tipo la sacudía, yo la vi caerse de su muñeca, ella la buscaba desesperada, no la podía encontrar, sus ojos estaban rojos, yo la observaba, se desesperaba, pero algo me decía que no me acercara, camino unos pasos, y luego se sentó en el piso, saco una bolsa de nilón del bolsillo de su pollera de jean y comenzó a inhalar el poxirran que tenía dentro, estuvo un rato así, luego se fue, hacia el bar de los borrachos, cuando se marchó, fui hasta debajo de la luz naranja y encontré su pulsera de plata decía “Marina”, la guarde en mi bolsillo y seguí tomando más y más vino, hacia frio en esa noche de Noviembre.

Desee tener el calor de alguien y también deseaba tenerla a ella, abrazándome con su mendigo cariño, yo estaba bastante ebrio y mirando detenidamente su pulsera en mis manos, en mis sucias manos abandonadas por el mundo, todo giraba, la luna giraba, la estación también, podía sentir como mi alma se retorcía en pena, me puse de pie y solo atine a caminar en busca de ella, la busque por el bar de los borrachos, que sin importar que día sea estaba lleno, siempre por las mismas caras, caras llenas de alcohol y maldad, los policías a veces estaban allí también, borrachos, comiendo y tomando gratis, imponiendo su respeto a los seres más bajos del mundo, para sentir que eran temidos y respetados, para sobresalir, para dar a entender que por más que sean los peores borrachos, violentos y golpeadores, ellos podían hacer lo que quisieran, a veces me preguntaba como tipos como esos podían estar a cargo de nuestra seguridad, del bienestar público, me di cuenta que el país donde vivía era una mierda a mis sucios 17 años, no existe la esperanza cuando todo se desvanece, hasta la posibilidad de tener sueños, la posibilidad de una salida era muy improbable, era más probable ganar la lotería antes que el mundo cambie o que un gigantesco meteorito cayera destruyendo todo aunque sea un poco, no pedía nada más que eso, bajo esa luna, esa noche de noviembre mire al cielo despejado y pedí clemencia, clemencia por todas las madres hijos y hombres de este planeta, ¿acaso dios no sabe nada de la piedad?

Caminaba agarrándome de las paredes, tambaleando, mareado y perdido, cuando un policía grande aproximadamente 1.90 se me acerca y me dice:

-          ¿Flaco que te tomaste? – con una sonrisa burlona en su cara
-         
-          Contéstame pendejo
-          Ándate a la mierda -  conteste, balbuceando
-          Veni, vamos que te llevo a casa

Lo que más me extraño fue que no me llevo en la parte de atrás como comúnmente llevaban a los detenidos, me llevo en el asiento de adelante, luego cerró la puerta, mi cabeza tambaleaba de un lado a otro, golpeaba el cristal y los ojos se me cerraban y abrían nuevamente, entro al bar, lo veía en la mesa hablando con otros policías que estaban tomando cerveza envueltos por la música de fondo, luego se acercó de a poco, tomando una lata de cerveza, lo pude ver bien, tendría no más de 25 años y era de tez clara, me pregunto dónde vivía, no le conteste, me dijo que me iba a llevar a un lugar donde iba a poder dormir esa noche hasta que se me pase la borrachera, en el estado en que me encontraba no podía contestar solamente balbuceaba cosas sin sentido, encendió la radio y una canción que no recuerdo comenzó a sonar, era de madrugada en la cuidad y de a poco nos íbamos alejando de las naranjas luces, cada vez estaban más separadas, cuando de repente doblo en una calle de tierra hasta una vieja y pequeña plaza con focos quemados, de repente el patrullero se detuvo bajo la obscuridad  y me miro a los ojos, me dijo:

-          Yo te voy a cuidar – sonrió diabólicamente -  ahora lo que tenes que haces es quedarte acá tranquilo, no grites ni digas nada, ¿ok?
-          … - no conteste, sentía el miedo subiendo hasta la punta de mi cabeza
-          No tengas miedo, no te voy a lastimar si te portas bien

Comenzó a tocarme la pierna, acariciándola lentamente, su mano era gigante rustica y llena de pelos, me tocaba la pierna horrible y cálidamente, mis ojos se llenaban de lágrimas de repente todo el mareo había desaparecido, se había opacado por el miedo y podía escuchar mi corazón latiendo muy rápido, cada vez más, con su mano libre comenzó a acariciarme el pelo y bajo hasta mi nuca, podía sentir sus horribles y pesadas manos sobre mí, pensé en mi padre, pensé en mi prima, pensé en Marina, nunca antes me había sentido tan solo y vulnerable, como una bolsa de basura que todos se habían olvidado de recoger, de a poco se tocaba la entrepierna y una de sus manos se metió debajo de mi ropa, tocando mi pecho, lentamente, luego me dijo:

-          Ahora quiero que te des vuelta despacito sin hacer ningún ruido

Con sus brazos comenzó a girar mi cuerpo, yo me oponía, poniendo mi cuerpo completamente rígido, el apretaba cada vez más fuerte, yo no desistía, apretaba con su mano en mi estómago y la otra en mi hombro, mis ojos rebalsaban de lágrimas y mi cara estaba roja alumbrada por la misma luna de noviembre que fue la única que me hacía compañía desde hacía tiempo, ella era testigo de todas mis lágrimas, en el parque, en la cabina, en mi cuarto y ahora arriba de un patrullero, yo seguía rígido, hasta que de repente, me tomo fuertemente del cuello apretando mi cabeza contra la ventada del acompañante, giro mi cuerpo con una silenciosa violencia, el mundo parecía un lugar horrible para existir, la vida parecía un camino horrible para transitar, las cosas parecían inútiles, la luna era testigo del horror y no hacía nada para evitarlo nadie lo hacía, luego ya de espaldas, bajo mis pantalones de un tirón y lo mismo con mis calzoncillos, se puso de rodillas detrás mío y se desabrocho la bragueta, luego lo único que recuerdo es un dolor horrendo que entraba y salía, ardía y quemaba, mi cabeza estaba totalmente roja y llena de tristezas, las demás partes de mi cuerpo parecían dormidas, comencé a perder la conciencia, de a poco, no sentía frio ni calor, ni angustia, ni pena, no sentía nada de nada, luego se subió el cierre abrió la puerta y me empujo del asiento al suelo de la plaza sin luces, caí como una bolsa de papas al piso, con los pantalones por las rodillas, escuche el ruido del motor ponerse en marcha, las luces del patrullero prendiendo y luego avanzo para atrás, luego para adelante y desapareció en la curva de la noche, quede tirado en esa plaza en la misma posición por un buen rato, no recuerdo cuanto, el culo me ardía, pero no importaba, temblaba de frio, pero no me importaba, no podía moverme pero no me importaba, solamente estaba tirado, con el pasto entrando en mi boca, con mis lágrimas empapándome la cara, roja y venosa, me quede un buen rato mirando el viejo columpio que se mecía con el viento de la noche de noviembre, bajo esa enorme luna que una vez más me iluminaba en mi más baja miseria, podía sentir el tibio calor de la pulsera de plata en mi bolsillo que decía “Marina” era la única cosa en el mundo que me hacía compañía, llore.

Gloria

jueves, 22 de septiembre de 2011




Gloria bajaba por la escalera de su alquilado departamento de flores era de noche, y el clima era cálido y agradable, gloria bajaba con las bolsas de basura una en cada mano, las bolsas eran negras y pesadas, abrió la puerta que daba a la calle y salió, la noche era tranquila y hermosa, gloria era una estudiante en la universidad de Palermo, tenía 24 años y vivía en un departamento pagado por sus padres que vivían en Mendoza, hija de una respetada familia de clase alta, hermosa mujer, exitosa, destinada a lo mejor de lo mejor.

Por otro lado, es mejor decir, del otro lado de la calle estaba Hernán, un pibe de 23 años, con muchos problemas que la vida había preparado especialmente para él, no conocía a su padre, no sabía nada de su madre o de sus dos hermanos hace años, hace años que vivía de trabajo en trabajo y hace dos años que vivía en frente del departamento de Gloria y la observaba todas las noches, enamorado de ella vivía en una habitación de un antiguo bar abandonado, la fachada de enfrente estaba completamente tapiada y escrita con aerosoles, Hernan vivía ahí, con una pequeña cama un baño precario y cientos de cuadernos escritos, era lo único que hacia cuando volvía de su trabajo mal pago en un restaurant de constitución, las botellas vacías adornaban el suelo, los vidrios rotos, las bolsas vacías de cocaína, las cenizas de cigarrillos flotaban en el aire, tenía solamente un foco que colgaba de su habitacion, junto a la puerta principal del viejo bar (que claro estaba tapiada) había una pequeña grieta, detrás de esa grieta estaba Gloria dejando las bolsas de basura en el canasto.

El, la observaba como todas las noches, a veces incluso se masturbaba a través de esa grieta mugrosa, mirando a Gloria, sabia sus horarios, su agenda, la había memorizado mirándola por la grieta, incluso la tenía anotada por algún cuaderno, que obviamente ya no necesitaba, ya que sabía su agenda de memoria, Gloria era bella, Hernan solamente conocía la soledad, no conocía nada más, tantos años solo, habían desarrollado en él un rechazo a la gente, no podía relacionarse con nadie, en el trabajo no hablaba, él era lavaplatos hace más de 4 años, la gente lo conocía, habían rumores sobre él, nadie sabía quién era, de donde venía o hacia donde iba cada noche, algunos viejos borrachos apostaban si él era realmente mudo o solamente no quería hablar con nadie, nunca lo averiguaron.

Demian tenía miles de libros por toda su habitación, era la única cosa en la que gastaba su sueldo, ya que en el trabajo le daban de comer, los tenia apilados en el piso, en las mesas, la mayoría eran viejos y húmedos, con paginas amarillentas, pilas y pilas de ellos, Bukowski, Borges, Sábato eran sus preferidos, tenía las obras completas en una vieja repisa que colgaba de la pared, a veces salía a comprar licores o cerveza en el viejo almacén de la esquina, tomaba cocaína que conseguía, nadie sabía cómo, pero lo hacía, se encerraba días y noches a tomar y escribir, podía pasar días enteros escribiendo, y noches soñando sin dormir, hablaba solo, cantaba y a veces prendía la vieja radio que alguien se había olvidado.

Gloria pasaba sus días estudiando en su departamento, sus amigas la visitaban los martes a la noche, estaba soltera hacia solamente un mes, hasta hace poco salía con un médico que vivía en Hurlimgam se llamaba Víctor, lo había engañado con su mejor amiga, así que Gloria pasaba las noches llorando y los días no radiaban tanto para ella como antes, tenía éxito, pero no le importaba, tenía dinero pero no le importaba, tenía todo lo que cualquiera desearía pero no le alcanzaba, pensaba en Víctor y su amiga, cojiendo en un telo de Avenida J.B. Justo sus lágrimas brotaban y caían sobre sus cuadernos de arquitectura, mientras las luces naranjas de los focos de la calle entraban por su gran ventanal del tercer piso.

Gloria a pesar de todo se mostraba radiante con todo el mundo, pero no estaba bien, Gloria odiaba y a veces lloraba a los gritos, Hernan lo sabía, se daba cuenta solamente con verla caminar, sus pasos no eran los mismos, su cara estaba cansada de tanto fingir alegría y sus ojos no brillaban con el sol como lo hacían antes, el auto de su ahora ex novio no estaba más estacionado frente a la calle, Hernán lo sabía, y lo escribía, como todas las tardes al llegar del trabajo, no podía verla así, escribió un poema para Gloria, se llamaba justamente “Gloria”, lo escribió en un cuadernillo de tapa azul, saco la hoja y la doblo en pequeños pedazos, antes de que ella saque la basura como lo hacía día por medio, se acercó a la entrada y la dejo en el piso, luego se fue a su habitación a observar a través de la grieta, esperaba hasta que Gloria saliese por la puerta, ella sale observa la hoja doblada en el piso y sigue de largo, deja las bolsas de basura en el cesto mira nuevamente la carta se acerca lentamente y la abre, mira hacia atrás y luego hacia adelante, se la guarda en el bolsillo y entra.

Una vez dentro Gloria abre el papel, lo lee y se queda en su sillón de cuero sentada bajo la luz de su velador de pie, pensando, realmente le había gustado la poesía, sonrió, parecía un poco extraño, pero era un lindo gesto, viniese de quien viniese, esa noche Gloria durmió con una semi-sonrisa en su rostro, pensando en el autor de esa poesía, era un  poco perturbador, pero lo había hecho para que ella se sienta bien o al menos así ella lo interpreto, apago las luces y cerro sus celestes ojos. Al despertarse preparo su desayuno, dos tostadas de pan integral untadas con casamcrem, un vaso de jugo exprimido de naranja y un café negro, bajo por el diario a la puerta y subió nuevamente,  no se sentía tan mal como los demás días, estaba agradecida y se sentía querida de alguna extraña manera, leía su diario mientras comía su desayuno en pantuflas y jogging, el día estaba soleado eran las ocho de la mañana y hacían 18 grados, sería un día caluroso.

Hernan amaneció bajo los efectos de la cocaína, todavía no había dormido y tenía que ir a trabajar como todos los días, tomo el colectivo leyendo un libro de Friedrich Nietzsche que ya había leído más de cinco veces, llego al trabajo y comenzó a preparar su lugar, a barrer y a limpiar, su jefe lo apreciaba mucho, era uno de los pocos que lo había escuchado hablar y le gustaba, era eficiente y callado, como una máquina, nunca había tenido una queja y nunca había exigido nada, parecía que ese restaurant era todo lo que tenía, pero no era así, también tenía un poco de Gloria.

Los gritos en el departamento de gloria despertaron a Hernan, su ex novio estaba en su departamento, pidiendo perdón y ella sacada casi loca lo insultaba de arriba abajo, los gritos eran muy fuertes y tenían a todos despiertos esa tarde de miércoles, Gloria lloraba y gritaba, sus venas se podían ver a través de su cien, Víctor se limitaba a escuchar y hablar con la cabeza gacha, como tantas otras veces, Gloria se quería casar con él, pero el siempre hacia lo mismo, y ella también siempre lo perdonaba, un círculo vicioso idiota, una y otra vez, los hombres y las mujeres se lastimaban unos a otros todos los días, la luz de la luna entraba por las cortinas de las grandes ventanas iluminando un frasco de perfume que estaba tirado en el piso, que Gloria había arrojado, el piso estaba cubierto de sus cosas, adornos, lapiceras, el medico exitoso estaba de pie ante todo eso soportando los escupitajos de insultos hacia su persona, al parecer no había otra salida, Gloria tenía la garganta rasposa de tanto gritar, los vecinos tocaban su puerta pero a ella no le importaba, lo miro fijamente y lo abofeteo, con fuerzas y le pidió que se retire, él lo hiso, ella se quedó sentada en el piso contemplando todo el desastre que había hecho, pero no le importaba, su corazón estaba demasiado herido como para que le importe algo más.


Hernan sabía que no se sentía bien, así que al día siguiente le dejaría otra poesía en la puerta de su casa para que se tope con ella, Hernan estaba borracho tirado en la cama, se levantó tambaleando y se sentó en la mesa prendió una vela, y comenzó a escribir el poema para Gloria, las palabras salían solas, el la amaba y con ella conseguía la inspiración que necesitaba para salir adelante, para no volverse loco completamente, soñaba por las noches con ella, con tocarla, con conocerla, con que algún día ella lo abrase, Hernán no sabía lo que era un abrazo, solamente había leído sobre eso, miles de poemas hablaban sobre abrazos, sobre el afecto que el tanto desconocía, que le hacía falta.

Al día siguiente doblo el poema de la misma forma y lo dejo en el mismo lugar, ella al sacar la basura reconoció el trozo de papel al instante y lo tomo entre manos, y después de eso, se quedó parada en la vereda, con el poema apoyado en su seno, mirando hacia todos lados, tratando de buscar al autor, no lo vio por ningún lado, Hernan se acostó en su cama y comenzó a masturbarse.

Gloria leía su poesía tomando un vaso de coñac con dos hielos, estaba realmente fascinada por el material de este desconocido que firmaba con una “H” al final, la curiosidad de toda mujer despertó en ella, así que decidió contestarle, dejando una pequeña carta en el mismo lugar que el dejaba su poesía para ella, escribió toda esa noche, con sentimiento y calma, mientras las luces naranjas de los focos de la calle iluminaban nuevamente su ventana, el estéreo sonaba en una forma moderada, Gloria tenía una pequeña sonrisa dibujada en su blanco rostro, quizás existía la chance de que todo esto esté bien, quizá.

Al día siguiente Gloria a la misma hora, salió a la vereda de su departamento y se sentó a mirar hacia la calle, Hernan estaba en el otro lado mirando desde la grieta de la pared, ella saco de su bolsillo una carta doblada de la misma forma que lo hacia él y la dejo en el mismo lugar que encontró las poesías, se levantó y se fue, a la universidad. Hernan, desconcertado, salió despacio a la calle, con el corazón latiendo muy rápido, camino despacio hacia la carta cuando estuvo frente a la carta sus ojos se abrieron grandes la tomo y se la guardo, volvió a su habitación iluminada por el único foco que tenía, se sentó en la cama y comenzó a leerla, a medida que iba leyendo los párrafos, sonreía, Hernan no sonreía hacia años, no recordaba cómo era esa sensación tantos años sin sentir nada lo habían hecho un hombre inerte a todos esos sentimientos que lo invadían en ese momento, a pesar de su falta de sentimientos, sus poesías parecían haber llegado al corazón de alguien y eso no era lo que más lo sorprendía, lo que más lo hacía era que las palabras escritas desde ese mismo puño con el que todos los días tomaba whisky habían conmovido a la persona indicada, Hernán sentía algo raro en el pecho que se llamaba FELICIDAD, y eso le gusto.

Al día siguiente fue a comprar un poco de ropa, la carta de Gloria decía que lo quería conocer, y Hernan no podía desperdiciar esa oportunidad, no se lo permitiría, Tomo un poco de su dinero que tenía guardado hacía tiempo, compro unos pantalones de jean y una camisa a cuadros color bordo y celeste, unas zapatillas y se cortó el pelo, se bañó y al día siguiente espero a que Gloria llegue de la universidad mirando a través de la grieta, como todas las tardes, ella llego como de costumbre y entro, Hernan junto coraje y salió hacia la vereda, se acercó a la puerta del edificio y saco la cinta que había puesto en la cerradura para que no se cerrara y entro,  camino modestamente por el pasillo y no tomo el ascensor subió por las escaleras, tranquila y relajadamente, subió hasta el piso de Gloria, y con el corazón en la boca golpeo su puerta dos veces, ella abrió y cuando lo miro sus pupilas se dilataron sorprendidas, lo miro a los ojos y dijo:

-          ¿Sí? ¿Qué necesita?

Hernan no contestaba estaba demasiado nervioso, abrió grande los ojos y acerco su cara para darle un beso, ella puso su mano en la cara de Hernan alejándolo enojadísima, el entro en el departamento cerrando la puerta tras de él.

Una vez dentro comenzaron a forcejear, Hernan tapo la boca de Gloria con la mano derecha y con la izquierda le tocaba los senos, la tenía apoyada contra la puerta, luego se separó de ella, la golpeo en la cara y la arrastro hacia el sofá, Gloria no podía gritar lo suficientemente fuerte como para que alguien la escuche, Hernan tocaba su vagina por debajo de su ropa interior, ella lloraba, era tan hermosa empapada de lágrimas, hasta se podía ver su cuello lleno de venas y rojo por la fuerza que hacia al gritar, la luna alumbraba la habitación mientras Hernan rompía su blusa dejando al descubierto unos hermosos senos, tan blancos como las nubes, suaves y tibios, maternales y muy sexuales, Hernan la golpeo otra vez con la mano abierta, le bajo los pantalones de un golpe y de la misma manera la ropa interior, que cayó tristemente al piso, Gloria lloraba y pedía piedad, Hernan la besaba fuertemente, ella mordió su labio fuertemente, pudiendo arrancar un pequeño pedazo, Hernan grito, la sangre salía a borbotones por su labio inferior, llevo sus manos a su boca y grito, luego la miro y la tomo por detrás, bajo sus pantalones y saco su pene, la penetro en ese sofá a la luz de la luna, mientras su camisa nueva se llenaba de sangre, se teñía lentamente, ella gritaba podía verla, su cabeza estaba apoyada contra un almohadón color beige, acabo su asunto y Hernán se desprendió de ella, casi todo su cuerpo estaba salpicado de sangre, Gloria giro a verlo, el, la golpeó duramente en la cara, luego continuo, la golpeo hasta que lo único que se podía escuchar era el ruido seco de su puño contra la ya deformada cara de ella, se levantó de arriba de ella, camino lentamente hacia la cocina, y comenzó a tomar la botella de coñac que había apoyada en la barra de la mesa, miro por la ventana la hermosa luna que alumbraba la cuidad de Flores, era una noche cálida de verano, la gente en la calle caminaba apurada por llegar a casa para descansar un poco mientras otros disfrutaban de la noche comiendo en restaurantes caros sobre la Avenida Rivadavia, mientras Hernan acariciaba la cara deforme y sin vida de Gloria mientras tomaba  coñac, un pequeño ave se posaba junto al balcón.

Nec

Poesía mediocre

lunes, 19 de septiembre de 2011



La vil cuidad


Fantaseaba con verla otra vez
Otra vez cruzar la calle que tantas veces lo hiso para llegar hasta mi
Parada en la esquina de enfrente, corriéndose
Delicadamente su ondulado pelo castaño que roza su cara
Con la mano derecha, mientras mira a los costados
Se acerca sonriendo, es tan claro que puedo verla nuevamente
Sonriendo, acercándose, con su mano derecha acomodando su cabello
Tiro mi cigarrillo al piso y la beso, sentado en una fuente bajo el cielo gris
Que es todo lo que tenemos

Esa fuente, ese cielo, ese sentimiento
Que es todo lo que tengo, esa fuente, ese cielo, esa fantasía
De que todo volverá a su lugar, como antes
De perderte, entre los fríos y sombríos ladrillos de la vil cuidad.



Una noche romántica


 Aún recuerdo sus labios color carmesí
Cuando con lágrimas en los ojos me dijo que me odiaba
Su rostro completamente rojo, como su vestido, irradiaba belleza

Ella estaba cubierta de lágrimas y furia, de rencor y fuerza, de decepción
El mismo rostro de nuevo, lo había visto en mi madre, en mi padre, mi hermana
En casi todos y ahora la luna ilumina ese mismo rostro
Reflejado en la cara de ella, que me golpea y me grita
Casi sin cordura y con pena, una pena muy pesada

A pesar de ser coqueta, no puede con sus sentimientos
A pesar de la cena, no puede con sus sentimientos
A pesar de la luna grande y brillante como un foco de 60 watts
No puede con sus sentimientos

La noche es cálida en puerto madero
La gente se junta a mirarnos, como nos avergonzamos
Delante de ellos

Como un show de comedia, como un melodrama
La miro a los ojos, tan desesperada y violenta
La abrazo fuerte y ella golpea

Y golpea…

Me alejo despacio, pero ella me sigue
Esto nunca termina, recién empieza
Recién empieza.


Otra vez


Vuelve al bar
Una vez más
Que mis vasos se vacían más rápido si no estas

Vuelve al bar otra vez
Acompáñame, entre este viaje de líquidos y placer
Matar mi pena y volverte a ver

No nos vamos a equivocar, no más peleas
No más gritar, no más dolores, no más soledad

Es magnificente tu forma de adornarme
Con colores vivos y lugares hermosos

Solo con mi vaso en la barra me siento gris
En un desierto gris a las tres de la madrugada

Bebiendo litros de mí esperanza
Para después cagarla y dejarla para siempre

Vuelve al bar
Una vez más
Otra vez.



El lado fino del asesinato


¿Has visto el brillo de una bala cruzando la calle?
El calor de la sangre que entíbiese la vereda
El olor horrendo a pólvora y muerte
Los gritos insanos de la gente

Y tu mente
Que  no entiende que reacción tiene que tomar
O solamente mirar
Fascinado, por la vida que tiene la muerte
Sentir la muerte metida en tu boca
Es la prueba más irrefutable de que estas vivo
Por ahora

La muerte será la gran prueba, pero nadie la contara
Es bella y sigue tiñendo la calle de color rojo
Siempre me gustó el rojo

No quería correr
No querría estar en cualquier otro lugar
Me gustaba estar ahí

Alcanzándole partes de mi cordura a la parca más cercana
Que con gusto la aceptaba con una sonrisa en la cara
¿Has visto el brillo de los ojos de la parca?
Es casi tan hermoso como la forma en que camina
Es la vida misma resumida en muerte
Apunto hacia mi sien y de repente
Todo se convierte nuevamente.



Ese abrazo


Tu abrazo me transmite miles de luces
No sé cómo lo haces, pero lo siento verdadero
Es un sendero brillante y con ternura
La ternura será el petróleo de los años que vendrán
Ya que de a poco se va perdiendo y encontrarla es más difícil
Pero es el ojo del alma, la ternura no miente, pero engaña
Depende de quién sea el que la lea
Y la evalué si es realmente buena, o una ternura sobrevalorada
Como tanta que anda suelta para nada

Tus abrazos y ternura tienen un valor
Más grade que el del oro
Que engrasa a miles de ilusos
La vida no está en venta, al menos la mía
Y los abrazos que tanto me llenan y extraño son mil veces más valiosos
Y necesarios que todo el oro del mundo
Que todo el petróleo del mundo
Y todas las mujeres
Por qué cuando encontraste esa ternura, en ese abrazo
Todo lo demás queda opacado, por tan vibrante y desahogante momento.



 

Tu cuerpo y el mío


Tu cuerpo desnudo en mi habitación
La adorna como siempre la quise ver

No hay nada más bello que tu forma de ser
Y las luces que emanan de ese cuerpo desnudo
No se comparan con nadie en el mundo, ni la canción más bella
Es comparable con la tuya, la que suena desde tu cuerpo desnudo en mi habitación

Es un trance, es un león, con fuerza impactante
Pero es cálido y reconfortante, vibrante y embellecedor
Como una buena botella de vino fino
Volcada sobre mis sabanas, tu alma ilumina
Y me abraza con su almidonada blancura

La razón y la cura de todos los golpes de la vida
No existe herida que se resista a tu cuerpo
No existe hombre que se resista a tu cuerpo
No existe compañía mejor que la tuya
Vuelve algún día con tu luz radiante

Que mientras regresas voy decorando
El mundo para hacerlo un lugar más confortable
Solamente para tu cuerpo y el mío.

 

Monotonía


Tal vez y solamente tal vez despertar sea morir
No estoy seguro ya que no puedo dormir
Hace años y noches que los veo venir

Recuerdos y vuelos, tormentas en el cemento
Golpean duro la ventana a la noche cuando nadie está despierto
Cuando el viento con violencia ruge en las calles
Y los perros sufren la maldita suerte de ser perros
Y los vagabundos sufren los recuerdos y las ilusiones de ser personas
Personas que no les importan a las personas
Como algunos perros se olvidan de otros perros

El cemento se convierte en escarcha y a nadie le importa
Ya que todos duermen, duermen cerca del fuego
Bajo sus mantas y sus techos
Con sus perros protegidos de toda clase de inviernos
Con la gente que invierte momentos entre ellos
Con el miedo y la lastima no se ayuda a la gente
No se ayuda a nada

Con todo eso en la cabeza vuelvo a mi habitación
Y me veo acostado con los ojos abiertos
Rojos del cansancio y demás cosas
Conciliando el sueño casi por descarte
Y volviendo a la vida con el sonido del despertador
Que me grita cual sargento militar
 Y me indica que es hora de volver a ilusionar.

Resistencia


Había una vez un hombre
Que aguantaba
Todo lo que se le venía encima
Aguantaba por más dura que fuera la piedra
Aguantaba bajo la lluvia y esperaba
A la dama de turno

Aguantaba desamores y engaños
Regaños y maldades
Todo tipo de trivialidades
Basura tras basura

Un día lo fui a visitar
Miraba fijamente y no hablaba
Estaba sentado en una silla mirando hacia adelante
Como toda su vida
Aguantando

Un hilo fino de sangre salió por sus oídos
Sus ojos se desorbitaron
Su boca se abrió grande y melancólica
Cayo derecho al piso
En posición fetal
Abrazo sus rodillas
Y comenzó a sollozar

Poco tiempo después
Me entere que su cerebro estallo
Después de tanto aguantar
Quizás hubiera sido mejor
Evitar.


Un cielo


Te necesito junto a mí en un momento como este
¿Dónde estás? Que no puedo verte
Veo tus fotos y te extraño
Con la copa en mi mano y mi mano en el corazón

Con solo verte todo queda atrás
Los problemas, la cuidad, los gritos de la gente
Y tu sonrisa ilumina todo lo que me importa
Como cuando tus manos tocan mi rostro
Tan cálidas, tan lejanas, lejos y tan cerca

Te necesito junto a mí en un cielo como este
Que nos da todo lo que nos hace falta
Para que sea perfecto
Pero no es lo mismo sin tu mirada
Sin tu olor
Sin tu pelo
No es lo mismo
Es solamente un cielo.


los colores y la calma



Tan lejos están los colores
Y más lejos está la calma

Y ahora más que nunca
No logro encontrarla
No está en mis sueños a la noche
No está en las madrugadas
No está en el fondo del vaso de whisky
No está en el filtro de mi cigarrillo
No está en mis libros
No está en los ceniceros
No está en las cartas
No está en viejas amantes
No está en mi cabeza
¿Dónde estás?
Sin tu guía y tú calor es más difícil continuar.

La pena


Si tan solo pudiera levantarme
Te buscaría
Si tan solo pudiera no balbucear
Te llamaría
Si tan solo pudiera caminar
Te alcanzaría
Si tan solo pudiera ver
Te admiraría
Si tan solo pudiera oír
Te escucharía
Si tan solo pudiera verte
Te abrazaría

Pero no veo, no hablo, no escucho, no siento
No tengo sentidos y no tengo remedio
Por qué la vida es una lucha
Más injusta para unos que para otros
Pero solo llega al final
El que resiste

Resistir, no verte es difícil
También lo es no escucharte
Y no alcanzarte
No admirarte
No llamarte ni abrazarte

Pero valdrá la pena
¿Valdrá la pena?.


Nec