Nunca había tenido la capacidad para escribir historias de
amor, por lo menos una decente, quizás por que no viví una decente en carne
propia, quizás por que no lo descubrí o mi visión de decencia no es la más
adecuada, cuando la vida te pega duro tenes que seguir de pie, como una pelea
de borrachos, no es quien resiste más los golpes o quien gana o pierde, la
verdadera esencia está en no ser el primero en caer y nunca bajar los brazos,
por que cuando un borracho cae al piso va a ser muy difícil que se levante, y
yo no tenía que ser ese borracho, el
día era lluvioso en la ciudad de buenos aires, eran las cinco de la mañana y mi
reloj sonaba indicando que era hora de ir a trabajar.
Mi vida era mediocre, tanto como la tuya o la de los demás,
seres corrientes que adornamos este planeta que solamente algunos afortunados
pueden pagar y disfrutar, a mí no me importaba un carajo el dinero, no tenía a
nadie a mi lado y me llevaba deliciosamente mal con mi familia, no tenía
esperanzas, no creía en el futuro y el pasado estaba muerto para mí, como toda
la maldita gente que me acompaña en el colectivo en las mañanas, todos estamos
un poco muertos a las cinco de la madrugada, todos vamos hacia un lugar que no
querríamos ir si no nos pagaran, es como extorción, está mal, como mi día de
ayer.
Ayer me levante con resaca y fui a trabajar, vomite en el
baño antes de llegar y me enjuague la boca con un poco de agua, la escupí, tome
la toalla y limpie mi boca con ella, sali a cambiarme. Trabajar en una
fundición es una de las peores situaciones que algunos pocos seres “vivos”
tenemos que pasar, levantarte demasiado temprano, para ir a un lugar demasiado
horrible, la mayoría de la gente que encontras trabajando ahí somos tipos con
problemas, con vicios, con violencia, siempre a punto de estallar, pero tan
acostumbrados al maltrato y a las desdichas que aprendemos algo que es
realmente útil, tener el cerebro en estado muerto, solamente seguir hacia
adelante por inercia, no sabes bien como lo logras solamente sabes que lo
haces, a las ocho de la mañana tenes a un idiota hablándote sobre sus problemas
que realmente no te importan y luego cuando te das cuenta te despiertas en el
colectivo a cuatro cuadras de tu parada, lo demás paso tan rápido o te
desconectaste tanto que ni siquiera lo sentiste, pero después esos cortes o
pequeños rayes de amnesia toman cada vez más parte de tu vida, un día estas
tomado una cerveza y cuando recordas estas levantándote en tu cama con una
resaca letal, la boca seca y la cabeza hecha una laguna, una laguna de
preguntas sin respuestas y de peces muertos flotando en todo tu cuerpo, así se
vive un día normal en mi cabeza.
Mis compañeros son bastante charlatanes a la mitad de la
mañana, odio a la mayoría de ellos, como sé que también me odian a mí, no los
entiendo y no me entienden, realmente no conozco a nadie que lo haga, así que
me parece bastante justo, estoy acostumbrado a in-comprender, estoy
acostumbrado a aislarme y pensar, a leer, la mayoría se juntan a tomar cocaína
en el baño de hombres fuera de servicio,
todo el mundo lo sabe, pero nadie lo nota, es como un secreto a mil voces, si
pasas por la puerta se pueden escuchar las narices aspirando, luego salen todos
juntos como si no importara nada y siguen trabajando, es que, naturalmente no
se podría aguantar este trabajo sin algún tipo de estímulo y mientras más
toxico sea mejor, lo mío es más casero, solamente una petaca de ginebra en el
bolsillo derecho y un par de tragos a la mañana, la cocaína había pasado a ser
una parte muerta de mi historia, nunca le encontré el uso correcto, si tomaba
mucho no me gustaba y si tomaba poco siempre faltaba, me parecía idiota tener
otra cosa más de que depender, dependiendo del oxígeno tenía todos los
problemas que necesitaba, no podría vivir tomando cocaína, sería demasiado,
sería corto, y si hasta a veces pierdo el sur, creo que sigo vivo por algo,
existe una pequeña llama en mí que todavía media moribunda me indica que algún
día algo pasara y valdrá la pena, si, lo sé.
A la vuelta a casa siempre me encuentro viajando parado, las
caras no son las mismas todos los días ya que vuelvo desde el centro de la
ciudad hacia los suburbios, el frio de la tarde invernal es incómodo, el cielo
sigue gris y campante, las calles brillantes por el roció que cae en ellas, que
cae en mi cabeza, la fila es lenta, es como todas las filas, es odioso esperar,
odio las filas, odio esperar, odio mucho últimamente, creo que me saldrá una
ulcera en el medio del cerebro.
Cuando termino de pagar mi boleto me dirijo hacia el medio
del colectivo, tenía los auriculares puestos iba a lentos pasos escuchando
Nirvana, Cobain me gritaba mientras pasaba entre la multitud de gente, mi
cabeza apuntaba siempre a la ventana más cercana o al libro que tenía en manos,
estaba leyendo La senda del perdedor, cuando
algo me llama lo suficiente la atención como para dejar de leer lo que llevaba
en manos, no fue algo concreto rotundamente, fue un perfume, un aroma
extrañamente familiar y ajeno a la vez, como alguien especial, no pude identificar
a la que lo portaba, por más que mirara a todos lados sin ningún tipo de pudor,
solamente vi a una mujer de campera negra
pelo castaño obscuro bajándose, llevándose con ella el perfume, ni siquiera
sabía dónde había subido, ni siquiera sabía dónde había bajado, ni siquiera
sabía su nombre o como era su rostro.
Cuando me di cuenta estaba en mi casa, solamente se
escuchaba el ruido de las teclas escribiendo y la habitación se llenaba de humo
de a poco, las cenizas caían en el piso, en la mesa, en mis piernas, flotaban
ensuciando las paredes machacadas por la humedad, mi ropa estaba tirada por
todo el lugar, la cerveza estaba por la mitad y el día seguía gris, luego de un
rato me acosté en mi cama con mi guitarra y comencé a tocar notas que me
llegaban a la cabeza, no me convencía nada, no quería ser como nadie y no sabía
bien como quería ser, solamente sabía que ese perfume lo quería tener a mi
lado, el ultimo perfume que había tocado mi almohada era de Gisel, hacía años
que se había esfumado ella junto a su perfume, su olor, ya nada existía en mi
cuarto más que mi locura y botellas vacías de cerveza por doquier, nunca nada
bueno es suficiente, nunca la cerveza es suficiente, nunca el amor es
suficiente, nunca los perfumes lo son, se esfuman, se los llevan los días como
el de hoy, se los lleva la lluvia, recordé a mi padre por un momento, recordé mi
infancia, recordaba a Gisel, pero no quería volver a verla nunca más, no quería
ver nunca más a muchas personas, pero a la vez quería sentir nuevamente, el sol
caía en mi ventana y la noche golpeaba fuerte, el frio se colaba por cada
rincón que tuviese oportunidad, las cosas malas son perfectas, lo bueno nunca
va a ser tan perfecto como lo malo, prendí el velador y seguí escribiendo y
tomando hasta quedar dormido, sintiendo las gotas golpear contra mi ventana.
Al día siguiente era más de la misma mierda -lo malo es perfecto- pensaba mientras
miraba por la ventana del colectivo, la vida me había dejado solamente con un
amigo, se llamaba David, siempre me llamaba cuando salía del trabajo para
juntarnos a discutir sobre nada y tomar cerveza en cualquier lugar, era el
único tipo que conocía que sentía el mismo asco por todo que yo, éramos muy
diferentes y nos conocíamos hace mucho, pero hacia aproximadamente un año
estábamos todo el tiempo juntos, son de esas personas que consideras amigos por
una temporada luego desaparecen pero siguen estando ahí y luego vuelven a
aparecer diariamente, bueno David había aparecido diariamente hace un año y
todavía lo seguía haciendo, era el único tipo que me hacía volver a la cordura
y a veces la perdíamos juntos, los seres sensibles somos así frágil por dentro.
Nuevamente llegó la hora de volver a casa desde el trabajo,
sin dudas deseaba volver a sentir ese perfume, deseaba ver a la que lo portaba,
deseaba que fuese hermosa, deseaba una cerveza, el colectivo llego y la fila
fue avanzando lentamente, entre me apoye contra una de las paredes y saque mi
libro, lo abrí en la página 126 y continúe
desde donde lo había dejado esa mañana, los ojos me pesaban mucho como para
leer, odio esa sensación la odio, mire a mi alrededor y solamente vi cabezas,
gente dormitando, cansadas, gente que odiaba pero no se daba cuenta de eso, por
que seguramente tendrían algo bueno esperándoles en casa o por que volvían de
un lugar placentero tenían cara de que había algo que valía la pena, se podía
notar esa gente resaltando de los demás, de nosotros, “los demás”, luego la vi,
viajando sentada del lado de la ventana casi al final del colectivo, sabía que
era ella, la tenia de frente la pude ver, pude ver su rostro, tenía unos ojos
que parecían un océano, profundo y obscuro, tenía cara de que no había algo que
valía la pena para ella, al menos eso me provocaba su cara maquillada, la mire
por un largo rato, ella no se percataba por más que mi mirada fuera agresiva y
hasta molesta, no parecía tener conciencia de nadie en ese colectivo, mandaba
mensajes con los dedos de vez en cuando, solamente pude leer tres páginas en
todo el viaje, era realmente una persona que distraía a cualquiera que se
percataba que estaba ahí, lamentablemente me percaté de que ella estaba ahí y
ese fue el fin de mis lecturas en el colectivo, no podría seguir, había caído
de nuevo, maldita sea.
David me llamo esa tarde cuando llegue a casa dimos unas
vueltas y terminamos en una persiana tomando cerveza, finalmente fue más fuerte
que yo y le conté sobre la chica del colectivo, no le importó mucho, ya había
escuchado muchas historias similares con muchas chicas en el mismo colectivo,
pero como siempre ella parecía más especial, la esperanza está presente en
todos nosotros incluso cuando la perdemos o mejor dicho cuando creemos
perderla, con David nos quedamos hasta tarde, ya borrachos y temblando de frio
nos despedimos y fuimos cada uno a su casa, me senté a escribir poesía, nunca
lo hago, mis poesías no me gustan , abrí una nueva página y comencé.
Ni el cielo más inmenso cabria en esos ojosOjos color café de sabor amargoCon un calor tibio y cariñosoOh que no daría por esos ojosQue sepan que estoy presenteQue sepan que existoQue me distraen lentamenteTodavía extraño su dulce aromaY su cara maquillada que irradia mil sonrisasComo la brisa de otoño que golpea mi ventanaY yo borracho de tristeza me ahogo en cervezaEn sus ojos que son lagos obscuros y explorablesDeseando vivirlos me duermo cada díaDeseando apreciarlos y nunca más soltarlos
<> dije antes de levantarme
de la silla y morir en mi cama que parecía ya extrañarme un poco la -única que lo hacía-, no podía dormir,
no podía cerrar los ojos pensado que mañana me tendría que volver loco de nuevo
para entrar al trabajo, no se puede estar cuerdo para trabajar en un lugar como
ese, se daría cuenta y ese sería mi final, como una gacela en la jaula de los
leones, apague todas las luces e hice lo que pude, finalmente me dormí.
Desperté a las dos horas todavía borracho, agarre el celular y llame a David,
no contesto, debe estar durmiendo como una gigantesca piedra, me vestí , me
abrigue muy bien y sali a la calle a buscar alcohol y situaciones, pero la
necesidad básica era el alcohol, otra vez había pasado, toda la mierda que
llevaba dentro tenía que explotar tenía que autodestruirme para evitar herir a
los demás, como antes, tenía que salir a demacrar por las calles, lo
necesitaba, creo que todos lo necesitan al menos una vez, si todo fuéramos así
habría menos asesinatos, más locura y a la vez más cordura.
Había un quiosco que vendía alcohol con la persiana baja,
fui hacia él, toque el timbre y un tipo extraño salió, siempre, todos las
noches en los días de semana salía un tipo distinto a atender, esa casa sería
la más extraña, pero como la vida… me importaba un carajo y más en ese momento,
compre tres cervezas que cargo en envases vacíos de gaseosa, me las dio y me senté
a tomarlas en la esquina solo a las dos de la mañana, fumaba y tomaba bajo la helada
noche de invierno, nada me importaba, -“nacido
para morir”- lo único real es lo básico, la vida y la muerte, que no son
siempre contracaras, son lo mismo, visto desde un punto de vista diferente,
desde un punto de vista nihilista, como siempre lo malo siempre es más
perfecto.
Termine esas tres cervezas y una docena de cigarrillos y me
fui sin rumbo alguno, a duras penas llegue a casa abrí la puerta tambaleando y
me tire en la cama, como todas las noches, como toda mi vida, no podía recordar
la última cosa amable que alguien había hecho por mí, creo que era algo
comprensible, yo nunca haría nada por ellos, al final todos obtenemos lo que de
algún modo merecemos, todos somos capases de salir de nuestra situación, pero
solo algunos pocos tienen la resistencia como para llevarlo a cabo, no estaba seguro
de muchas cosas de mi vida, es más ni siquiera estaba seguro de donde me
llevaría o terminaría, pero de lo único que estaba seguro era que tenía que
sentir ese perfume y ver ese rostro de nuevo, pero no de esa manera, me
gustaría verla sonreír, apuesto que lo llevaría a otro nivel, por lo menos en
mi cabeza así lo seria, yo no era un tipo de agradar y eso no era novedad, pero
si tuviera la oportunidad la haría sonreír todo lo que necesitara y me di
cuenta de algo, que ese era el sentimiento menos egoísta que había tenido por
alguien, por alguien que ni siquiera conocía, me sentí extraño y me dormí.
Desperté en mi habitación, con una resaca horrenda, parecía
que mi cuarto estaba empañado, tenía ganas de vomitar y toda la mugre me
rodeaba, se me impregnaba, la tenía en mi cabeza y en mis sentidos, no era de
extrañarse que fuera así, como siempre, obtenemos lo que de algún modo
merecemos, creo que ella merecería algo mejor que yo, pero de algún extraño
modo era otra cosa, distinta a ella, casi de otro planeta, no me imaginaria su
mundo, lleno de pretendientes, que saben bailar, seducir, vestir y ganar, yo
solamente tenía lo que llevaba dentro del pecho y una gran actitud, pero sabía
que nunca brillaría tanto como para llamar su atención, era triste, era raro,
era extraño que me haya acordado de ella apenas me levantaba, me levante y fui
al baño a vomitar.
No fui a trabajar, me quede en mi cama sentado, mirando la
pared, tantas cosas había visto esa pared alquilada, que me hacía sentir
inferior, esa pared había visto más que
yo, si esa pared alquilada de habitación había visto más que yo, cualquier ser
mortal también lo había visto, había algo fuera que parecía que solamente yo no
lo sabía, me sentía mal, me sentía mal por absolutamente nada, a veces es mejor
tener algo para pasarla mal, pero la ausencia de eso era devastador, eras como
una máquina que no tenía corazón, pero a la vez te sentías triste como más
sensible que el resto, apartado e ignorante.
Me levante y comencé a escribir unos versos sin sentido,
algunos intentos de canciones hasta que mi resacada cabeza pidió un descanso,
descaso de la podrida realidad, saque la poca marihuana que me quedaba y arme
un cigarrillo, lo prendí y me acosté boca arriba en la cama, definitivamente
tendría que vivir de alguna manera y el único camino para ser feliz era el
placer, y no pensaba desperdiciar ninguna oportunidad, no podía dejar esos ojos
marrones desaparecer de mi vida, pensé en eso mientras miraba el húmedo techo
de la habitación de alquiler, pensé en Gisel, en mis padres y en lo que yo
realmente quería, y seguramente sería muy lejos de ellos, con alguien con una
locura como la mía, pero hasta encontrarla, tenía que probar tenía que
disfrutar cada oportunidad de emoción o de felicidad y eso hice todos estos
años, no soy el orgullo de nadie más que de mí mismo, me probé que realmente
nadie me podría separar de mí y mi objetivo de vida, disfrutarla lo más extrema
y deliciosa posible, eso hice, eso hago y eso haría, me vestí y sali por la
puerta.
La calle estaba helada y mojada, yo caminaba a tomar alcohol
por ahí, para no terminar de volverme loco, para salir un poco de todo esto, lo
real era demasiado malo, había que distorsionarlo un poco así se volvía
emocionante, compre una cerveza en el quiosco de la esquina y seguí mi camino
hasta la plaza, termine esa cerveza fui por otra y por cigarrillos, la gente
paseaba, era una hermosa tarde que estaba comenzado a despertar, las grises
nubes de a poco nos dejaban y se podía ver el sol agonizando en el horizonte
pintando el cielo de cientos de variantes colores rojos y naranjas, realmente
por algo valía la pena todo esto, tome un largo trago para celebrarlo. De a
poco comenzaba a obscurecer y las botellas vacías se iban juntando a mi
alrededor, cadáveres de mis victorias, cada vez que una cerveza caía vacía en
el pasto me sentía victorioso, me sentía más orgulloso y extrañamente coherente
-definitivamente algo no andaba bien-
pensaría cualquier vecina, cualquier persona que pasase por frente mío, pensarían
mis padres, algo no andaba bien y tenían razón, pero nadie comprendía, nadie comprendía
nada, nadie a salvo de mí mismo estaría orgulloso de algo como yo, y eso
también me enorgullecía.
Estaba un poco ebrio en la plaza sentado en un banco hacia
cerca de dos horas cuando mi celular comienza a vibrar dentro de mi bolsillo y
comenzó sonar de a poco cada vez más, lo saque de mi bolsillo era una llamada
de un número que no conocía, conteste:
- ¿Hola? – dije- Soy Gisel – me dice su voz del otro lado- Ah ¿qué haces, como andas?- Bien bien, mira te llamaba para saber cómo andabas vos- Yo todo bien por suerte- Y además te llamaba para decirte que te extraño- …- Quiero que sepas que a pesar que paso tanto tiempo nunca te olvide, creo que fuiste lo mejor que me paso – dijo con su voz un poco quebrada al final.
Colgué el teléfono -hija
de puta- pensé, con solo esa llamada me tendría todo el día pensando en
ella, realmente las mujeres eran completamente frías y mucho más tácticas que
nosotros, la presa éramos nosotros mismos pero no lo sabíamos, lo que era
matemáticamente la mejor estrategia, esa noche soñé con ella.
Al otro día al volver del trabajo ella estaba viajando
parada en el colectivo lleno, yo la miraba distante como desde otro planeta, tenía
algo que definitivamente llamaba la atención pero no sabía exactamente que era,
así me convencía cuando la miraba, no lo creería. Ella me mira fijo, le
sostengo firme la mirada hasta que la aparta, eso fue todo, seguí leyendo mi
libro, cuando me di cuenta estaba nuevamente en mi cuarto, Gisel volvió de
nuevo a mi cabeza envenenándola, y así seguí por horas, pensaba mirando la
humedad de la pared alquilada de mi habitación, veía su rostro, recordaba su
voz y casi sentía su respiración en mi hombro como hace mucho tiempo atrás, la
soledad pegaba duro ese viernes por la tarde, como todos los días, pero los
viernes por la tarde eran duros, todo es más duro al enfrentarte a la locura
con una sensatez que nadie entiende, y más aún que a nadie le importa, tome el
celular de la mesa al lado de las botellas vacías de cerveza y marque su número,
puse el celular en mi odio y comenzó a llamar, no contestaba nadie luego colgué
y lo intente nuevamente, tampoco atendía nadie, a veces los días como hoy desearía
tener a una mujer, para caminar por algún lugar hablando de todo un poco, creo
que solamente eso me haría sentir mucho mejor, pero la realidad era que la vida
no me ofrecía ese panorama, desde hace tiempo, a veces la llama de la esperanza
se enciende en el momento equivocado, aun cuando la realidad te dice que no
puede llegar a pasar, y si la esperanza se enciende es mejor darle un buen uso,
comencé a escribir ahogándome en el vaso de cerveza que efervecia delante mío, prendí
un cigarrillo y comencé.
Era lunes y salía de trabajar, Gisel me había mandado un
mensaje para que no la llamara más, decía que si su novio se enteraba nos mataría,
a ella y a mí, como un nene caí en su juego me había tenido y no me necesitaba
nuevamente, subí al colectivo y la vi nuevamente a ella, su perfume era tan
claro que casi lo podía ver flotando, pero nadie más lo veía, esta vez viajaba
con una amiga, las dos sentadas en frente mío, ella reía, era verdad, esa
sonrisa valía mucho más que miles de litros de petróleo emanando de la tierra, sonreí
y mire hacia abajo, al poco tiempo, se acercó a la puerta del medio acompañada
de su amiga, estaban por bajar, no era su bajada, debería tener otros planes,
al guardar su celular en la cartera se le cae el monedero justo a mis pies,
antes de que se agache lo tomo y se lo doy en la mano mirando sus enormes ojos
llenos de expresiones y brillos, con una sonrisa me da las gracias, sonreí,
ella sonrió, el tiempo se detuvo en ese segundo, me miro a los ojos, el
colectivo se detuvo y abrió sus puertas, su amiga le toco el hombro ella giro
aun mirándome a los ojos y bajo, la gratitud de esa sonrisa me duro todo el
viaje, nadie me había regalado tanta amabilidad en años, ella no lo sabía,
nadie en ese lugar lo sabía, pero verla sonreír me haría feliz y me hiso feliz,
por lo menos ese día, luego después de eso, no la volví a ver nunca más.
¿Fin?
Nec
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