Poxiran

lunes, 26 de septiembre de 2011




Una mala infancia es el desencadenante de todo lo mierda que puede llegar  a ser una persona, recuerdo cuando mi abuela me decía, cuando estaba practicando con mi guitarra en su patio, era una vieja italiana de pelo rubio, me miraba con esos grandes ojos celestes y decía - “¿Cuándo va a ser el día que te encuentre estudiando?, ¿cuándo va a ser el día que te encuentre jugando con un amigo? Todo lo que haces es estar ahí toda la tarde con esa guitarra perdiendo el tiempo, los chicos de tu edad están saltando, riendo, jugando a la pelota, tenes que ser más social, tu padre no era así, yo nunca hubiera dejado que sea así”- mi madre no me prestaba atención, mi padre trabajaba todo el día, mi prima cuidaba de mí, vivía con nosotros, yo no sabía por qué y nunca se lo pregunte por que pensé que sería de mala educación hacerlo, siempre fui tímido, siempre me pisaron, nunca una queja, nunca un alarido, siempre el niño que aguantaba, el niño de hierro.

Cuando tenía 12 años estaba afuera de la escuela y una compañera mía estaba tomando cerveza con sus amigos, que tendrían muchos más años que yo, ya que tenían barba y fumaban cigarrillos, ella que se llamaba Azul, me convido un trago de cerveza, lo tome, sentí ese gusto amargo y espumante en mi boca que inmediatamente me dieron arcadas, pero no podía escupirla delante de ellos, ellos eran más grandes habían visto más cosas, se reirían de mí, como todo el mundo lo hacía, así que la trague con dificultad, casi por obligación una obligación con mi mismo, el único contrato que respetaría era el que tenía con migo mismo, así que lo tome, lo trague y baje un poco la cabeza para que no pudieran ver mi cara de asco, me convidaron un cigarrillo que recuerdo era Philip Morris, ese fue el comienzo de todo.

Era tarde cuando desperté ese Martes, mi madre me había abandonado hacia casi 10 años, mi padre era el tipo más correcto del mundo, por lo tanto era mi contracara, era todo lo que yo odiaba y era como todos los que me odiaban, llegaba a las 7 de la tarde todos los días, y me decía “no voy a seguir alimentando tus vicios, o te conseguís un trabajo o te vas” por supuesto lo primero que hice fue irme de casa, las primeras noches me encontraba durmiendo en la plaza de la cuidad, ahí fue donde empecé a conocer a la gente de la calle, en especial los más chicos, que por supuesto eran los peores, la primera noche, me arrinconaron cuando dormía en ese helado banco abrazado a mi bolso y me lo robaron, me golpearon repetidas veces y caí al piso, luego recuerdo cerrar los ojos y ver flashes de luces de colores y destellos, eran sus pies golpeando mis ojos y mi cara, al día siguiente me desperté ahí mismo, llamado por un oficial de policía que me pateaba con su zapato a modo de despertarme, yo tendría 17 años, lo mire a los ojos, ojos marrones tan claros y pulidos, parecía tener muchos problemas, sentí mucha pena por él, entonces me golpeo con su macana en la cabeza lentamente, me puse de pie y me hecho del lugar, camine hacia la estación de tren, sin nada en los bolsillos y sin nada en el corazón, me aburrí de estar ahí así que camine por la parada de los colectivos buscando cigarrillos tirados en la calle, encontré tres casi por la mitad, prendí uno y los otros dos los guarde en el bolsillo de mi camisa cuadrille, me senté en el borde de la ruta y mire el cielo, el sol estaba alto en la mañana y picaba, mire  hacia la ruta y sentí odio, odio hacia la gente, no sabía de donde provenía pero estaba seguro de que era odio, fue la primera vez que lo sentí, y fue la primera vez que estaba seguro de algo.

Al pasar los días me encontré con una chica que también vivía en la calle, se llamaba Marina era más chica que yo, tendría 15 años, ya la había visto antes, siempre estaba con alguien, tenía pecas era delgada y de pelo castaño claro, tenía la mirada más triste que había visto en toda mi vida, esos ojos color miel transmitían pena y melancolía, un día estábamos sentados los dos en el descampado separados a un banco de distancia, detrás de la estación de tren y miraba tímidamente, yo estaba completamente incomodo, nunca había tenido contacto con una chica de mi edad, por lo general no tenía contacto con nadie de mi edad, la única que me daban un poco de importancia era mi prima y no sabía dónde estaba, la extrañaba mucho, pero no podía demostrarlo, si lloraba en la calle terminaría como Martin, Martin era un chico que estaba en la calle siempre llorando y todos los días lo golpeaban todos los demás chicos que vivían debajo del puente, en la calle no se puede llorar, en la calle no se puede sentir, la primera lección de vida que aprendí por mí mismo y hasta ahora la más útil.

Ella se acercó a mí, con una pollera de jean y una chomba rayada color rosa, muy sucia, me pregunto si tenía un cigarrillo, saque uno por la mitad del bolsillo de mi camisa, me miraba a los ojos, cosa que siempre me incomodo, yo nunca miro a los ojos si puedo evitarlo, ella comenzó a hablarme, me dijo que tenía 15 años, que vivía en la calle hacía más de 8 meses y que tenía un grupo de amigos que dormían en la estación de tren cuando cerraba, me invito con ellos yo no acepte, ella seguía buscando mi mirada y yo esquivándola, tomo mi mano y se acercó, yo me levante y me fui, ella me insulto y se quedó sentada ahí fumando mi cigarrillo, me aleje y me senté fuera del viejo parque abandonado que estaba al costado de las vías, ahí me dormí, no había nadie alrededor.

Hacia frio esa noche de Noviembre, cuando abrí los ojos la vi pasar a la chica de la mano de un tipo mayor, caminaban hacia el viejo baldío que quedaba a la vuelta, era de madrugada y sentía como mis huesos estaban helando así que decidí levantarme y caminar, sin que se percaten los seguí, ella se arrodillo en el pasto y el tipo que tendría más de 30 años se desabrochaba el pantalón, saco su asunto y ella se lo metió en la boca, yo miraba detrás de una pared con la cara sucia y helada, el tipo gemía y parecía gozar mucho, luego la miraba a la cara y le decía cosas que no llegaba a escuchar, luego la agarro de los pelos y la empujo muy fuerte contra su entrepierna repetidas veces, la separo y la golpeo con la mano abierta, ella comenzó a llorar arrodillada en ese baldío bajo la fría obscuridad de la noche, la tiro hacia un lado, cerro su bragueta y le arrojo un billete y se marchó, ella lloraba acostada en el pasto, con un billete de 5$ en su  regazo, me acerque cuando él se marchaba tambaleante, fui a su lado y le tendí la mano, me miro resentida y se puso de pie sin aceptar mi ayuda, me miro con la cara roja y llena de saliva, tomo el billete fuertemente con su blanca y delicada mano, se dio la vuelta y se marchó.

Me senté en un banco que no estaba lejos de allí bajo una luz naranja llena de insectos que revoloteaban, podía ver como ella se marchaba por el camino de tierra hacia las vías, doblo y desapareció.
Me sentía muy mal, como nunca antes, pero no podría haber evitado eso, ¿cómo podría haberlo hecho? Escuche un leve llanto, me puse de pie asumiendo que era ella, comencé a caminar hasta el viejo bar que quedaba en la otra parte de la calle y le pedía cigarrillos a los borrachos que salían del mismo, conseguí 7 cigarros de 7 borrachos distintos, algunos me acariciaban el pelo y me tocaban el hombro yo siempre me iba corriendo cuando pasaba eso, regrese a donde estaba ella, cruce el camino de tierra y doble, sentada en la obscuridad cerca de un foco roto, estaba ella sentada en un banco de cemento, me acerque y prendí dos cigarrillos, me senté a su lado y le pase uno, ella lo tomo mirándome a los ojos yo la evitaba, ella y sus ojos tristes y melancólicos estaban llenos de lágrimas, rojos e irritados, tirando el humo por la boca ella me dijo:

-          Que pasa que no puedes mirarme a los ojos, ¿sos marica?
-          No, no lo soy
-          ¿¡Entonces que pasa!? ¿¡te doy miedo!?
-          No, al contrario, me pareces una buena persona – Ella sonrió detrás de una bocanada de humo
-          ¿alguna vez te la chuparon?
-          No
-          ¿Queres saber cómo se siente?
-          No
-          ¿Entonces que mierda queres acá?
-          Quería hacerte compañía, creí que la necesitabas

Ella lagrimeando miro hacia el costado con la punta de su cigarrillo que sobresalía de su boca con la punta roja del cigarrillo ardiendo lentamente, luego me volvió a mirar y me dijo – Yo no necesito de tu compasión ¿sabes? –Si lo sé - conteste- ella miro hacia el piso y comenzó a llorar tapándose los ojos con su mano izquierda.

-          ¿Viste lo que paso? -  me dijo
-          Si
-          No quiero que me espíes más, no quiero nada de vos, no quiero nada de nadie
-          ….
-          Sos idiota o mudo, ¡Contéstame!
-         
-          Sabes que…

No dijo más nada, solamente siguió llorando con su mano izquierda cubriendo sus ojos, de a poco lloro más y más, hasta que quebró completamente, en mis hombros, tenía sus brazos alrededor de mis hombros, agache la cabeza de forma incomoda, ella se acercó y me abrazo, su cabeza estaba apoyada en mi hombro izquierdo y lloraba y lloraba, la luna estaba gigante, se podía ver desde esa estación de tren, se podía ver desde todo Laferrere, se podía ver desde ese sucio baldío de mierda detrás del parque abandonado, ella con su violada hermosura, solamente me tenía a mí por lo menos en ese momento… sentía su aroma, su aroma delicado que no me hacía acordar a nada, a nada que antes hubiera conocido antes, tenía un aroma gentil y sedoso, su aroma tenia bondad, su cara tenía un golpe marcado en el cachete derecho, su cigarrillo se consumía en su mano, mi única reacción ante ello fue, girar mi cuerpo un poco y abrazarla, ella beso mi mejilla y se calmó, era de madrugada, hacia frio esa noche de Noviembre.

Al pasar los días la veía por las calles de la estación o a los alrededores, ella estaba con un grupo de chicos de la calle y cada noche iba con uno distinto al obscuro descampado que estaba detrás de la estación de trenes, yo había descubierto un hueco en el alambrado del parque abandonado y me metía en la noche, había encontrado remeras y pantalones en las iglesias de la cuidad, la gente de los locales a veces me daban pan u otros restos de comida, que yo guardaba en el parque, dormía en una cabina de seguridad que era el único lugar con techo de todo el parque, era un parque pequeño que no tenía vigilancia de noche, a las 7 de la mañana llegaba un guardia que daba unas vueltas y luego se quedaba dormido en una silla, yo a las 7 en punto salía a la calle obligadamente, extrañaba a mi prima y a veces lloraba en esa cabina de seguridad, pero procuraba hacerlo muy bajo, siempre alguien podía estar escuchando. Una tarde naranja me senté a comer fuera del parque una fuente con lasaña que había encontrado en la basura, solo, como toda mi vida, de a poco se acercaba ella, con su pollera de jean y su chomba a rayas, se sentó a mi lado, en el mismo banco en el que había llorado en mi hombro, se sentó a mi lado y me miro a los ojos, yo la mire a los ojos, sin decirme nada me beso, y comenzó a tocar mi pierna, me excite, aparte su cara y su mano, ella me miro nuevamente sorprendida, luego su expresión fue de enojo me dijo  –¿Qué pasa?¿Sos puto? - no – respondí - pero no me gusta eso - ella cambio su expresión y apoyo su cabeza en mi hombro, yo tome mi fuente y seguí comiendo, ella tomo mi mano izquierda y la entrelazo con la suya, el tren pasaba a las 7 y media de la tarde como todos los días, el sol moría en el horizonte.

Esa noche, fuimos a mi cabina, que era algo así como mi cuarto, ella tenía una mirada de bondad cuando estaba conmigo, yo no la miraba a los ojos, en esa pequeña cabina de seguridad la noche era templada y la luna la iluminaba, iluminaba sus pecas y sus ojos claros, yo la miraba con timidez, ella poso sus labios contra los míos y abrió su boca, su lengua se entrelazo con la mía y sentí como su cuerpo se apoyaba en el mío, se recostaba en mis rodillas, sentía sus senos en mi pecho, sentía su calor, calor que nunca había sentido en mi vida, ella tenía 15 años, yo tenía 17 y no conocía nada de la vida, ella parecía saber mucho más que yo, todo el  mundo parecía saber más que yo, su pulsera de plata  que brillaba con la luz de la luna parecía saber más que yo, ella movía su lengua en mi boca y yo trataba de hacer lo mismo, de repente escucho un ruido afuera. Me pongo de pie y luego siento como alguien abría la puerta de un golpe, era uno de los chicos que estaban siempre con ella, la toma del brazo violentamente y la tira hacia fuera diciendo – ¡PUTA DE MIERDA! – me mira era un tipo de piel obscura, de mi edad aproximadamente, yo estaba de pie en esa cabina de seguridad abandonada, me miro con odio, ella estaba afuera tirada en el pasto, con el miedo flotando a su alrededor, el tipo me golpeó fuertemente en mi nariz, que rápidamente se cubrió de sangre, mi corazón latía como nunca antes, tenía miedo, caí al piso contra la pared de la cabina, el tomo impulso e incrusto su rodilla contra mi cara, una y otra vez, yo no podía alzar los brazos, quede tirado consiente mirando como a las rastras se la llevaba, ella se oponía, así que el la golpeo en la cara y rompió su chomba rosa a rayas y la tomo del cuello, me puse de pie y le atice un golpe en la oreja izquierda mientras estaba de espalda, trastabillo dos pasos, luego se dio vuelta hacia mí y vi su puño acercándose a gran velocidad, que se incrusto en mi ojo derecho, luego mientras iba cayendo pude ver la rueda de la fortuna oxidada, muerta y la hermosa luna, caí al paso sin fuerzas para poder hacer más nada, solamente pude soltar un sonido sin sentido – ahgr- y mire las estrellas, escuchaba la voz de ella, gritando, pero no podía reconocer lo que decía, sentía el tibio calor de la sangre sobre mi rostro, luego entre ojos vi a muchos cuerpos moviéndose a mi alrededor corriendo y cerré los ojos.

El guardia que llegaba a las 7 de la mañana me despertó, tenía la sangre seca en la cara, tenía un diente flotando en mi boca, lo escupí, vi al guardia, me levante y comencé a correr, corrí hasta el baldío, con la cara hinchada y desfigurada, camine por el baldío, ellos estaban como siempre al otro lado de la calle, bajo el puente, los podía ver y ellos a mí, me apuntaban y se reían y aspiraban bolsas de poxirran, ella estaba con ellos, mirando el piso, abrazando sus rodillas, camine unos metros más y me desmaye en el verde baldío al lado de  un borracho que estaba tomando una botella de vino. Me desperté bajo un techo blanco y una luz, vi a un hombre con un barbijo luego me dormí.

Desperté en el hospital público de la cuidad, mi padre estaba allí, sentado al lado de mi cama leyendo el diario, con su bigote negro, con su camisa metida dentro del pantalón, con su cigarrillo  encendido a pesar de que no se podía fumar dentro de los hospitales, pero a él le importaba todo un carajo, yo le importaba un carajo, pero sabía que dejarme morir en un sucio hospital no era cosa que haría un hombre hecho y derecho, yo sabía que esa era la razón por la que estaba ahí, cuando me miro y vio mis ojos abiertos, me dijo muchas cosas, cosas como  que yo era un irresponsable, que estaba loco, que lo avergonzaba delante de toda la familia, que volveríamos a casa y estaría bajo llave hasta que me “componga”.

Llegamos a casa en su Chevy del 86, mi prima la única imagen de bondad que había tenido en mi vida se había marchado, sin dejar rastro, ni siquiera me había buscado, me sentí muy solo nuevamente en mi habitación, tenía el ojo cosido y la cara vendada, esa noche mi padre se fue a la cama a las 10 de la noche como hacia todas las noches que yo lo había visto, hacía ya 17 años, cuando se durmió, me vestí, tome su billetera, saque todo lo que tenía que eran aproximadamente 200$ y Sali por la ventana de mi habitación, fui hasta la estación de tren, compre muchos paquetes de cigarrillos, luego en el viejo bar compre 5 cajas de vino barato y fui al baldío nuevamente, con la bolsa repleta de vinos y cigarros, entre al parque abandonado y  fui directo a la cabina de seguridad, guarde la bolsa debajo de los autos chocadores llenos de óxido, regrese a la cabina y me percate que todas mis cosas habían desaparecido, mi ropa y la comida que había recolectado, tome esa caja de vino sentado en esa hedionda y triste cabina de seguridad fumando cigarrillos, todo parecía tan pacifico, el aire fresco traía una calma como la del campo, había visitado el campo cuando era niño, mis tíos vivían ahí, desee estar ahí, era igual, como el pasto después de una lluvia, lo podía sentir, sali de ahí y cruce el alambrado, me senté en el baldío, y la vi a ella, estaba contra una pared y un tipo la estaba cojiendo, ella tenía la pollera de jean levantada hasta la cintura, estaba justo debajo de un foco de luz anaranjada, yo miraba desde la obscuridad, el la sacudía, ella gritaba con un poco de asco, era nuevamente un tipo mayor, mucho más que nosotros, mire desde lo obscuro hasta que termino, se subió el cierre y la empujo a un lado, ella alzo su blanca mano como en busca de una recompensa, el tipo la empujo nuevamente y ella cayo en el pasto, amago a golpearla con el puño cerrado y se fue tambaleante como el anterior, ella nuevamente se quedó llorando en el pasto, alumbrada por una naranja luz plagada de insectos, tenía la cara golpeada nuevamente y cuando se puso de pie, se acomodó la ropa, no tenía esa chomba rayada con la que la había visto siempre, tenía una remera verde, parecía agotada, su pulsera de plata había caído mientras el tipo la sacudía, yo la vi caerse de su muñeca, ella la buscaba desesperada, no la podía encontrar, sus ojos estaban rojos, yo la observaba, se desesperaba, pero algo me decía que no me acercara, camino unos pasos, y luego se sentó en el piso, saco una bolsa de nilón del bolsillo de su pollera de jean y comenzó a inhalar el poxirran que tenía dentro, estuvo un rato así, luego se fue, hacia el bar de los borrachos, cuando se marchó, fui hasta debajo de la luz naranja y encontré su pulsera de plata decía “Marina”, la guarde en mi bolsillo y seguí tomando más y más vino, hacia frio en esa noche de Noviembre.

Desee tener el calor de alguien y también deseaba tenerla a ella, abrazándome con su mendigo cariño, yo estaba bastante ebrio y mirando detenidamente su pulsera en mis manos, en mis sucias manos abandonadas por el mundo, todo giraba, la luna giraba, la estación también, podía sentir como mi alma se retorcía en pena, me puse de pie y solo atine a caminar en busca de ella, la busque por el bar de los borrachos, que sin importar que día sea estaba lleno, siempre por las mismas caras, caras llenas de alcohol y maldad, los policías a veces estaban allí también, borrachos, comiendo y tomando gratis, imponiendo su respeto a los seres más bajos del mundo, para sentir que eran temidos y respetados, para sobresalir, para dar a entender que por más que sean los peores borrachos, violentos y golpeadores, ellos podían hacer lo que quisieran, a veces me preguntaba como tipos como esos podían estar a cargo de nuestra seguridad, del bienestar público, me di cuenta que el país donde vivía era una mierda a mis sucios 17 años, no existe la esperanza cuando todo se desvanece, hasta la posibilidad de tener sueños, la posibilidad de una salida era muy improbable, era más probable ganar la lotería antes que el mundo cambie o que un gigantesco meteorito cayera destruyendo todo aunque sea un poco, no pedía nada más que eso, bajo esa luna, esa noche de noviembre mire al cielo despejado y pedí clemencia, clemencia por todas las madres hijos y hombres de este planeta, ¿acaso dios no sabe nada de la piedad?

Caminaba agarrándome de las paredes, tambaleando, mareado y perdido, cuando un policía grande aproximadamente 1.90 se me acerca y me dice:

-          ¿Flaco que te tomaste? – con una sonrisa burlona en su cara
-         
-          Contéstame pendejo
-          Ándate a la mierda -  conteste, balbuceando
-          Veni, vamos que te llevo a casa

Lo que más me extraño fue que no me llevo en la parte de atrás como comúnmente llevaban a los detenidos, me llevo en el asiento de adelante, luego cerró la puerta, mi cabeza tambaleaba de un lado a otro, golpeaba el cristal y los ojos se me cerraban y abrían nuevamente, entro al bar, lo veía en la mesa hablando con otros policías que estaban tomando cerveza envueltos por la música de fondo, luego se acercó de a poco, tomando una lata de cerveza, lo pude ver bien, tendría no más de 25 años y era de tez clara, me pregunto dónde vivía, no le conteste, me dijo que me iba a llevar a un lugar donde iba a poder dormir esa noche hasta que se me pase la borrachera, en el estado en que me encontraba no podía contestar solamente balbuceaba cosas sin sentido, encendió la radio y una canción que no recuerdo comenzó a sonar, era de madrugada en la cuidad y de a poco nos íbamos alejando de las naranjas luces, cada vez estaban más separadas, cuando de repente doblo en una calle de tierra hasta una vieja y pequeña plaza con focos quemados, de repente el patrullero se detuvo bajo la obscuridad  y me miro a los ojos, me dijo:

-          Yo te voy a cuidar – sonrió diabólicamente -  ahora lo que tenes que haces es quedarte acá tranquilo, no grites ni digas nada, ¿ok?
-          … - no conteste, sentía el miedo subiendo hasta la punta de mi cabeza
-          No tengas miedo, no te voy a lastimar si te portas bien

Comenzó a tocarme la pierna, acariciándola lentamente, su mano era gigante rustica y llena de pelos, me tocaba la pierna horrible y cálidamente, mis ojos se llenaban de lágrimas de repente todo el mareo había desaparecido, se había opacado por el miedo y podía escuchar mi corazón latiendo muy rápido, cada vez más, con su mano libre comenzó a acariciarme el pelo y bajo hasta mi nuca, podía sentir sus horribles y pesadas manos sobre mí, pensé en mi padre, pensé en mi prima, pensé en Marina, nunca antes me había sentido tan solo y vulnerable, como una bolsa de basura que todos se habían olvidado de recoger, de a poco se tocaba la entrepierna y una de sus manos se metió debajo de mi ropa, tocando mi pecho, lentamente, luego me dijo:

-          Ahora quiero que te des vuelta despacito sin hacer ningún ruido

Con sus brazos comenzó a girar mi cuerpo, yo me oponía, poniendo mi cuerpo completamente rígido, el apretaba cada vez más fuerte, yo no desistía, apretaba con su mano en mi estómago y la otra en mi hombro, mis ojos rebalsaban de lágrimas y mi cara estaba roja alumbrada por la misma luna de noviembre que fue la única que me hacía compañía desde hacía tiempo, ella era testigo de todas mis lágrimas, en el parque, en la cabina, en mi cuarto y ahora arriba de un patrullero, yo seguía rígido, hasta que de repente, me tomo fuertemente del cuello apretando mi cabeza contra la ventada del acompañante, giro mi cuerpo con una silenciosa violencia, el mundo parecía un lugar horrible para existir, la vida parecía un camino horrible para transitar, las cosas parecían inútiles, la luna era testigo del horror y no hacía nada para evitarlo nadie lo hacía, luego ya de espaldas, bajo mis pantalones de un tirón y lo mismo con mis calzoncillos, se puso de rodillas detrás mío y se desabrocho la bragueta, luego lo único que recuerdo es un dolor horrendo que entraba y salía, ardía y quemaba, mi cabeza estaba totalmente roja y llena de tristezas, las demás partes de mi cuerpo parecían dormidas, comencé a perder la conciencia, de a poco, no sentía frio ni calor, ni angustia, ni pena, no sentía nada de nada, luego se subió el cierre abrió la puerta y me empujo del asiento al suelo de la plaza sin luces, caí como una bolsa de papas al piso, con los pantalones por las rodillas, escuche el ruido del motor ponerse en marcha, las luces del patrullero prendiendo y luego avanzo para atrás, luego para adelante y desapareció en la curva de la noche, quede tirado en esa plaza en la misma posición por un buen rato, no recuerdo cuanto, el culo me ardía, pero no importaba, temblaba de frio, pero no me importaba, no podía moverme pero no me importaba, solamente estaba tirado, con el pasto entrando en mi boca, con mis lágrimas empapándome la cara, roja y venosa, me quede un buen rato mirando el viejo columpio que se mecía con el viento de la noche de noviembre, bajo esa enorme luna que una vez más me iluminaba en mi más baja miseria, podía sentir el tibio calor de la pulsera de plata en mi bolsillo que decía “Marina” era la única cosa en el mundo que me hacía compañía, llore.

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